Hace un par de minutos era un niño de seis años, ahora estoy sentado viendo nada y esperando explicaciones, escribiendo a momentos y calculando estupideces. El tiempo es fugaz y la felicidad no más que un momento descolorido. La gente espera ha que se caiga el cielo para tener algo diferente que ver en las noches.
Estas semanas se me han antojado breves, calurosas en las tardes, de lluvias como lagrimas por las noches, sin tocar este telado que ya me suena extraño para algo interesante que me saque o me regrese a “no se donde”.
La vida tan corta y sin llena de felicidad y parece que la plenitud de cualquier cosa es alcanzado tras la insignificancia y la vulnerabilidad de ser. Sartre, camus, Sabato y Víctor Hugo parecen especialistas en darnos las explicaciones desde la miseria y la porquería de todos.
Estas semanas se me han antojado breves, calurosas en las tardes, de lluvias como lagrimas por las noches, sin tocar este telado que ya me suena extraño para algo interesante que me saque o me regrese a “no se donde”.
La vida tan corta y sin llena de felicidad y parece que la plenitud de cualquier cosa es alcanzado tras la insignificancia y la vulnerabilidad de ser. Sartre, camus, Sabato y Víctor Hugo parecen especialistas en darnos las explicaciones desde la miseria y la porquería de todos.
El sofá me mira y espera que me eche sobre él, que la flojera, esa muerte lenta y deliciosa me consuma, que por fin deje de escribir.
Eres una cabeza y por tanto un mundo (eso dicen), te dejarás llevar por el viento soñoliento y atraparás la nada con tus pesares. He recorrido ya (solo), el camino, supongo te tú y yo nos encontraremos por ahí y tomaremos café, preguntarás por mis mentiras, quizá pueda responder algunas.
Un momento más y cerrarás ésta ventana (una entre otras), el instante de volver regresará. De noche o por el día caminarás y leerás la revistita vieja, ataviado de palabras, ansioso de sensaciones.