miércoles, 4 de septiembre de 2024

Sobre «Nene, esto no es una canción de The Smiths» en Topos Cineclub

Escribir ficción siempre me ha resultado doloroso. Para que funcione, se necesita cierta precisión y lucidez, cierta concentración con la que no cuento todos los días. Entonces me es preciso preparar el cuerpo, como si de una maratón se tratara, con calentamiento incluido y buscando no sentir la presión del tiempo que corre. Será por eso que se abandona con tanta facilidad. No me pasa lo mismo con lo otro, digo, con la escritura de reseñas, muy estilo libre, para nuestro blog de cineclub o los breves párrafos que de vez en cuando aparecen en este blog. Eso, esto, es divertimento puro. Y eso que el procedimiento técnico es básicamente el mismo: una idea que flota desde las primeras palabras del texto y ahí seguido se se desarrolla, se disgrega tanto como es posible y luego se reencauza para al final intentar darle un cierre redondo, circular. Que no es otra cosa que planear cualquier texto como si de una ficción se tratara, insuflando de personalidad a las ideas o rompiendo esa característica linealidad que, al menos a mí, me resulta tan insulsa. Ahora he escrito una reseña para Topos Cineclub sobre (500) Days of Summer. ¿Qué decir de una peli con megaestrellas de Hollywood que ha sido tan comentada y que es fuente inagotable de memes romanticones? ¿Hablar de la música de la maravillosa Regina Spektor o de The Smiths? ¿Enumerar las referencias a una muy desgastada cultura pop? Quizá todo eso, quizá nada de eso. Así que tal vez solo sea necesario despachar el speech sobre nuestra idealización del amor, sobre las expectativas que cargamos sobre los demás, porque solo somos seres solitarios en un enorme IKEA que juegan a la felicidad en medio de un enorme decorado. Y bueno, puede ser divertimento, pero hay temas que son una herida en el costado. Aquí un aparte de la reseña y el enlace para ir. 

Es ese viernes luego del día 402 con tu Summer. Tienes cierta escena, digamos, tipo "Expectativas vs. Realidad". Estás tan convencido que puedes escuchar en tus adentros Hero de Regina Spektor. Entonces, la pantalla de tu vida se divide en dos, como un glitch en la matrix, una anomalía que muestra la divergencia entre tus sueños y la pared de la verdad (Spoiler: no saldrá bien).

lunes, 10 de junio de 2024

Sentados alrededor del fuego



Somos los que un día se sentaron alrededor del fuego mientras las llamas danzaban y nuestros ojos se alzaban hacia las estrellas, buscando respuestas en ese titilante lenguaje estelar. Somos los mismos que un día lanzamos un armatoste llamado Voyager I y descubrimos que no éramos más que un pequeñísimo punto azul pálido en un rinconcito vacío del cosmos. Siempre como exploradores incesantes en búsqueda de respuestas. Pero entonces, ¿quienes éramos para entender el significado de tanta soledad? Y, aun así, un día, no muy lejano, seremos los mismos que, ojalá con mejor suerte, atravesaremos nuestra odisea espacial de la mano de un HAL 8000. Tenemos todas las posibilidades al alcance de nuestra imaginación, tenemos conocimiento heredado y ampliado. Desde el principio hemos sido capaces de lo divino y lo execrable. Erguimos la espalda por primera vez para lanzar la piedra contra el neandertal que cazaba tranquilo por la llanura, pero también fuimos el primero en proteger y vendar la herida del amante, sin abandonarlo a la vera del camino y a la buena de los dioses. Ahora, que he participado en el acto infinito de la escritura, sé que somos uno solo. Hemos cambiado la hoguera y el fuego por un puntero titilante en una pantalla en blanco, pero seguimos fascinados por las posibilidades de una explicación superior, cargando, cada uno, con un fragmento de nuestra epopeya universal.


Aparte de la introducción al conversatorio “De la vida al cuento”, leído el día seis de junio en la FELVA 2024.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Mirar por la ventana (Parte II)

A veces te siento, volteo y es solo el chirrear del ventilador. A veces escucho los rumores de tu voz, de la voz perdida, el olor límpido de las conversaciones. A veces, solo a veces, siento la paz de esos sonidos que trae aquella música de piedra. A veces los fantasmas me visitan y me dicen en susurros «Hey, hombre, los días pasan y la gente se vuelve de papel, axiomas de alguna forma de felicidad». Esta habitación es fría y mis manos parecen de sal, tímidas ante el agua, pero brillantes y fuertes ante el viento que oxida el espíritu. Solo consigo acercarme a la ventana y ver el apocalipsis, la bulla y solo me queda esa sensación de no pertenecer, porque no soy un cowboy desarrapado que escapa de los malos, que canta, huye, pero que al final lo espera un Cadillac y una rubia, porque no soy Nicky Tesco alejándose, con cara de felicidad, hacia cualquier parte mientras bebe Coca-Cola. Aunque a veces soy Dios, creador y dictador de mundos, la voz. Pero, casi siempre, ya lo sabes, soy solo un niño que espera el abrazo, que teme la palabra, que tiembla ante la certeza del contacto y aguarda con la mano extendida ante la noche. Soy el aliento empañado en el cristal. Afuera la noche grita «Sue, crybaby, la tristeza es un río indescifrable y mañana será un día peor, así que navega tu suerte y mal vive las penas con la frente en alto». Adentro la oscuridad reza por el silencio. Adentro, al menos, no destella la noche. Adentro solo levita la calma. Te he dicho, cuando intento esta forma de conversación-muy-estilo-libre, que espero las respuestas como en un walkie talkie de tonos especiales. Aprietas el botón, tiras las palabras, un “Ok”, y esperas, durante todo el tiempo que sea necesario, cualquier cosa, un “Todo bien”, una forma de señal de humo. Pero también sé, y la certidumbre es un castigo inmisericorde, que es muy probable que no levantes esa bocina, que no enciendas ese fuego.

martes, 5 de diciembre de 2023

¿Cargaremos con ese peso?

Somos ese hombre alto y delgado que camina escaleras abajo. Con una mano nos tomamos del abdomen mientras miramos a nuestros perseguidores, con la otra mano les apuntamos, como si lleváramos una pistola imaginaria. Disparamos y caemos. Es el final, un final. Antes de eso vemos a la muerte a los ojos, que lleva la figura de un antiguo colega y amigo. Sabemos que no hay vuelta atrás, pero continuamos. Lo hacemos por Julia, cómo no. Julia ha muerto. Ese es el verdadero final, porque, ¿qué hay de alguien que ha vivido en el pasado sin saber si volverá a ver un rostro, ese rostro, y cuando lo encuentra lo pierde definitivamente? ¿Qué es de una persona que no sueña? ¿Qué es de un vaquero que no sabe si está vivo? Pero un día, cuando creíamos que otra cosa era posible, existió el sueño del escape. Julia propuso que otra vida era posible, que podíamos mudarnos de planeta, que podíamos ser felices aunque la idea fuera solo el sueño de unos desesperados. Somos Spike Spiegel, cazarrecompensas espacial, fumador, bebedor, perdedor nato, hombre taciturno sin pasado ni presente. Y solo atinamos a preguntarnos si cargaremos eso, lo que no tiene nombre y es inconfesable. Si cargaremos con los sueños que se ahogaron en la garganta y las decisiones que se van por el caño en medio de la lluvia. Mientras, vagamos por el espacio con las heridas abiertas, intentando no ser solo esa estrella que se apaga, el fundido infinito a negro. Entonces, el desprevenido de turno pregunta si sí estamos hablando de vaqueros espaciales.

Cowboy Bebop es una serie de anime dirigida por Shinichiro Watanabe estrenada en 1998. Está ambientada en un futuro 2071 del que Marte es el poblado más grande de la civilización humana. Cuenta la historia de un ecléctico grupo de cazarrecompensas que viajan por las colonias del sistema solar a bordo de la Bebop, una nave tipo carguero convertida en el centro de operaciones del grupo. La serie explora temas como la soledad, el peso de las decisiones y la influencia del pasado en nuestro presente. Cuenta con 26 episodios, una película y una versión live action producida por Netflix. El texto de arriba reflexiona sobre el final de la serie, concentrándose en los últimos dos episodios.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Mirar por la ventana (Parte I)

Te has ido y contigo la posibilidad de cualquier escape. No es que me falten fuerzas, pero afuera cae la garúa radioactiva que empaña las ventanas y humedece los callejones y lo hace todo más neón y así es imposible amarrar dos pensamientos. Intento esta conversación-muy-estilo-libre, pero las moscas se pasean por la mesa y el lavaplatos y hacen de la música del tocadiscos un espectáculo lamentable. Te has ido y los vapores del aliento golpean las paredes y el eco solo dice «Sue, el desgraciado, no había ninguna posibilidad de que salieras vivo de esto, de que salieras indemne de la Venecia celeste». Ya sabes, lo decía ese pez rabioso que es Moebius: «Lo fascinante no es el hundimiento de tanta belleza, sino el peligro de que se hunda». Los ecos del pensamiento pueden llegar hasta la puerta de Tannhäuser, pero el hálito de la ciudad humedece los sueños y nuestras vibraciones se pierden en la traducción. Te has ido, nena, y contigo esa música de los días, esos olores que son la memoria del tiempo. Y no soy Jarvis Cocker luego de Pulp, y claro que no soy Jarvis Cocker en I never said I was deep, a lo sumo llegaría hasta Nancy Sinatra en My baby shot me down, pero prefiero el tic tac, tic tac, tic tac de ese cursor que brilla a lo lejos. Y esta música que parece raspar el tiempo y aletea en susurros solo dice «Sue, el marginal, nuestro dios castiga a los esperanzados y tú no eres una bestia pop, tú debes pagar el precio». Afuera sigue lloviendo y la ciudad bulle en sus colores de coral. Si vieras a lo lejos, sí, son muchachas que saludan desde zepelines de cristal.



martes, 21 de noviembre de 2023

Sobre «Como el cielo después de llover» en Topos Cineclub

Hay un padre para todos: uno ausente, uno lejano, uno feliz que da lecciones amorosas, luego uno aún más ausente y otro más despiadado e incluso feroz. Nuestros primeros recuerdos, los de la infancia, están siempre vinculados a la figura de autoridad mítica de ese hombre/nombre, y cómo no. Somos la construcción de sus fuerzas, de la falta de ellas, de la experiencia atrapada con manos desnudas y de ese sin saber que es el mundo al que estamos expuestos. Somos el resultado de ese papel para el que no se prepara a nadie y del que nadie resulta ganador. Con razón tantas cartas al padre, con razón la desazón al contemplar la figura opacada cuando se abandona la infancia. Mercedes Gaviria presenta una más que interesante reflexión sobre ese y otros tantos asuntos en Como el cielo después de llover (2020). En este documental, de poco más de una hora de duración, la autora recobra sus memorias de infancia, a través de grabaciones caseras, y las pone a contraluz con su yo presente, esa persona que ahora puede ver desde una distancia perfecta los pilares que formaron la persona en que se convirtió. He escrito una breve reseña sobre este documental en Topos Cineclub. Pueden pasar si les interesa o si les pica un poco la curiosidad. El robot contador de visitas lo agradecerá.
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P.S. He abandonado casi todo contacto con redes sociales, así que ahora espero estar más conectado en este espacio, que me espera y aguanta como nadie, como nada. Ya veremos.

martes, 24 de octubre de 2023

Sumas

Todas nuestras prisas, rastros de personas que un día respiraron con tranquilidad. Fantasmas, bruma. El hijo con ese nombre horrible que sufre por el padre ausente, herido, muerto. Sue el despreciable. Los que van rompiendo botellas y recibiendo más golpes que besos. Quien mira al horizonte y la luz se le cuela hasta adentro y convive con la mancha de un sol oscuro en la cabeza. Los restos de la información que se quiebra por la desconexión, paquetes perdidos, fluctuantes, lejanos. Los desconocidos que se encuentran en una banca de un parque sin nombre en una ciudad sin nombre y se hablan en lenguas extrañas y cada uno, por su lado, da las respuestas que cree oportunas mientras el otro asiente o niega con seriedad, que luego se levantan y que con el tiempo recuerdan ese momento como el lugar de la paz. El motivo de esa conversación. Los amantes que temen el abrazo, la mirada justa, el nervio de las pupilas, pero sueñan con un rinconcito de un pueblo con lago en el que son despertados por una radio con canciones de amor de décadas pasadas. El recuerdo falaz de la infancia. El color perdido, la olvidada estática de la T.V. La Venecia celeste.
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De la imagen: Venecia celeste por Moebius.



sábado, 20 de mayo de 2023

De realidades paralelas y sueños en celuloide [La noche americana, 1973]

¿Qué nos hace ser lo que somos y amar lo que amamos? En las primeras historias que conté, mis personajes eran un variopinto grupo de juguetes plásticos que guardaba en una caneca (un spiderman chueco, un demonio al que le mutilé las alas, un beisbolista con una eterna postura de bateo y así, pero esa lista es harina de otro costal). El caso es que recuerdo muy vívidamente ‘armar’ las historias, jugar durante toda la tarde y guardar los juguetes. En la siguiente sesión los organizaba tal como estaban al final del día anterior y continuaba la historia como si no hubiera pasado ni un segundo. Quizá por eso odiaba perderme los inicios de las transmisiones de las películas, quizá por eso me gusta ver todos los créditos finales, imaginar el trabajo conjunto que ha resultado en esa creación que me ha mantenido por horas en un sillón o en la cama. Por eso amo cada visionado de esta joya que es “La noche americana” y por Jacqueline Bisset.

"La noche americana" (1973), dirigida por François Truffaut, nos invita a adentrarnos en el mundo del cine y explorar las intersecciones entre la ficción y la realidad, una temática que resuena profundamente en nuestras mentes ávidas de respuestas para darle sentido a nuestra existencia. La película es una declaración de amor al cine y por ello nos presenta un enigma intrigante: ¿qué ocurre detrás de las cámaras en la creación de una película? ¿Cómo las relaciones entre los actores, los técnicos y el director influyen en el resultado final? Truffaut nos sumerge en el caos y las complejidades del proceso creativo, donde se entrelazan los mundos interno y externo, el rodaje y la pantalla.

La cosa va así: Ferrand, un director de cine interpretado por el mismo Truffaut, se embarca en la producción de su última película (una melodramática “Les presento a Pamela”). A medida que el equipo se reúne en el set y los actores se preparan para dar vida a sus personajes, se revela el frenético y caótico mundo del cine. Truffaut nos muestra con maestría los entresijos de la realización de una película, desde la planificación y el montaje de escenas hasta los desafíos logísticos y las dinámicas del elenco y el equipo. Es aquí cuando Truffaut juega con la línea borrosa entre la realidad y la ficción, y nos lleva a un viaje en el que no siempre está claro qué es real y qué es parte de la película dentro de la película (Truffaut, Ferrant, tiene un sueño recurrente del que nos cuenta partecitas para al final mostrarnos un hermoso homenaje a la ‘Citizen Kane’ de Orson Welles). Esta mezcla de elementos crea una atmósfera en la que nos sentimos como si estuviéramos detrás de las cámaras, como testigos privilegiados del proceso creativo y los desafíos emocionales que enfrentan los personajes.

Esta exploración de múltiples capas de la realidad es uno de los aspectos más fascinantes de la cinta. Truffaut nos presenta una película dentro de una película, donde los actores interpretan a personajes que, a su vez, interpretan a otros personajes. Esta interconexión de roles y máscaras nos recuerda nuestra propia naturaleza, donde a menudo desempeñamos distintos papeles. ¿Quiénes somos realmente detrás de todas estas máscaras? ¿Cómo podemos reconciliar nuestras identidades internas y externas? ¿Quiénes somos nosotros en toda esta puesta en escena planteada por Truffaut?

El concepto de "La noche americana" también nos desafía a reflexionar sobre el poder de la narrativa y la construcción de historias. Al rendir homenaje a "Citizen Kane" de Orson Welles, nos recuerda que nuestras vidas son en gran medida una narrativa que creamos y contamos a nosotros mismos y a los demás. En última instancia, "La noche americana" nos enseña que la vida, al igual que el cine, es una experiencia compleja y multifacética. Nos muestra que la verdad y la ilusión coexisten en un delicado equilibrio, y que nuestro poder radica en nuestra capacidad para explorar y cuestionar nuestras percepciones.

El elenco de "La noche americana" merece un reconocimiento especial, ya que cada actor brilla en su papel. Jacqueline Bisset interpreta a Julie, y también a Pamela, la protagonista de la película en producción. Jean-Pierre Léaud es Alphonse, un actor inseguro pero talentoso, y Valentina Cortese interpreta a Severine, una actriz veterana y temperamental (hay una secuencia bellísima en que olvida, primero sus diálogos y luego la salida del set y por ello debe repetir la escena hasta el hartazgo). Así que sus actuaciones son convincentes y nos sumergen aún más en la atmósfera del set de filmación.

Finalmente, llegamos al clímax de la película. Ferrand logra completar el rodaje a pesar de los contratiempos y la tensión en el set. La última escena se filma con éxito y el equipo celebra el logro. La película termina, no podía ser de otra manera, con una sensación de triunfo y satisfacción, mostrando el poder del cine para crear ilusiones y unir a las personas en una visión compartida y así materializar la vida en algo definitivo, eterno. Truffaut ya nos lo advertía: “Me gusta filmar a la gente obsesionada con la idea de que las cosas pueden ser fijadas para siempre. Porque la vida es movimiento, decadencia, es el reino de lo efímero, y los que anhelan lo eterno van contra la corriente. Se estrellan de manera inevitable contra la realidad. La vida es por definición transitoria y avanza hacia la decadencia. Pero todo en nosotros nos empuja a aspirar a lo definitivo”[1]. Y yo no puedo estar más de acuerdo.

Ficha técnica:

Título: La noche americana
Título original: La nuit américaine
País: Francia, Italia
Estreno en Francia: 24/05/1973
Productora: Les Films du Carrosse, PECF, Produzione Intercontinentale Cinematografica (PIC)
Distribuidora: Warner-Columbia Film
Director: François Truffaut
Guión: François Truffaut, Jean-Louis Richard, Suzanne Schiffman
Reparto: Jacqueline Bisset, Valentina Cortese, Dani, Nathalie Baye, François Truffaut, Jean-Pierre Léaud, Alexandra Stewart, Jean-Pierre Aumont, Jean Champion, Nike Arrighi, Maurice Seveno, David Markham, Bernard Menez, Gaston Joly, Zénaïde Rossi, Xavier Saint-Macary, Marc Boyle, Walter Bal, Jean-François Stévenin, Pierre Zucca

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Esta entrada se publicó en Topos Cineclub el día 19 de mayo de 2023


jueves, 27 de abril de 2023

Enfermos de información

En un mundo hiperconectado, donde la información fluye a una velocidad vertiginosa, donde la verdad y la mentira se confunden en un mar de bits y bytes, tal vez lo mejor que podemos hacer es callar. Pero, ¿para qué necesitamos el silencio si podemos gritar más alto que los demás en Twitter?, ¿quién quiere eso cuando podemos tener likes, seguidores y retweets? ¿Para qué pensar por nosotros mismos si podemos simplemente compartir la última teoría de conspiración en Facebook y sentir que pertenecemos a algo más grande? El problema no es solo el exceso de información, sino la forma en que la consumimos y la compartimos. Somos parte del problema porque nos gusta sentirnos importantes, estar en el centro de la conversación, tener algo que decir sin saber cuánto de lo que decimos es realmente importante. Sufrimos del síndrome del escriba. Ese que describió Julio Cortázar en “Fin del mundo del fin”. Un mundo lleno de escribas y en donde cada vez son menos los lectores porque también se convierten en escribas con el único objetivo de registrar su infinito manual de intrascendencias.
En el cuento, se crean disposiciones legales con el único fin de seguir escribiendo y se sigue aumentando el espacio para almacenar libros hasta que los libros se desbordan de las casas y luego de las ciudades y se adentran en el campo hasta llegar a las costas y solo queda echar al mar el exceso de libros para seguir escribiendo, pero en algún momento también el mar se satura y precipita el agua a la tierra y hasta se redistribuyen los continentes. Tenemos decenas, cientos de aplicaciones para comunicarnos pero ninguna nos conecta. Estamos enfermos de información, deseosos de aprobación en forma de likes, escribas de nuestras miserias, frustraciones y sueños. La única solución sería, cómo no, la selectividad. Usar la cabeza por un momento. Pero los algoritmos de Tik Tok e Instagram nos vuelven viento y bote a la vez. Nos llenan de contenido entretenido pero intrascendente.
En el cuento, al final, se describe como la raza de escribas, condenada a la extinción, sobrevive en la precariedad de un mundo lleno de libros y en el que solo unos pocos, quienes desde el principio dieron las órdenes, viven alejados del desastre. Quizá el bueno de Julio Cortázar también obraba como profeta.

martes, 4 de abril de 2023

El ángel de la muerte [Kite Liberator, 2008]

Kite Liberator (2008) es una OVA, secuela de Kite (1998),  creada por el genial Yasuomi Umetsu. Al igual que en Kite, nuestra nueva protagonista, Monaka Noguchi, tiene el mismo oficio que la querida Sawa, es una colegiala asesina. El entorno es el mismo, un mundo criminal atravesado por violencia física y sexual, pero no encontraremos muchas más referencias directas al material original. Al primer visionado se me antojó creer que esta OVA funcionaba como un homenaje a la obra original por la celebración del décimo aniversario de su estreno y ya. Ahí estaría una de sus fortalezas, pues los alivios nostálgicos también son importantes, pero resultó más que eso. La obra de Umetsu (lo visto en Mezzo Forte), mantiene una perfecta unidad narrativa en este universo. Es cierto que no es siempre visible a la primera, pero ahí está. 
La historia que ahora nos ocupa inicia en una estación espacial (esta OVA tiene tintes de ciencia ficción) y allí se nos presenta a Orudo Noguchi, astronauta residente y padre de Monaka. Orudo Noguchi no ha visto a su hija en años, así que aún la imagina como una niña tierna. Por su cumpleaños, Orudo le envía una pulsera hecha con rocas espaciales (este detalle será crucial en clímax de la obra). A contrapunto, en la ciudad se desarrolla una persecución policial. Un delincuente huye por calles y callejones hasta que consigue entrar a los baños de un cine, mata a mansalva a varias mujeres y retiene a una niña como su rehén. Con lo que no contaba es que hasta allí llegaría "El ángel de la muerte" a cobrar por sus crímenes. Allí vemos por primera vez a Monaka armada con una pistola similar a las utilizadas en Kite. Luego se nos dirá que esa arma perteneció a una asesina muy joven (¿tal vez Sawa?). En tanto a referencias, es por lo menos curioso que uno de los pósters en el cine sea el de Diamante de sangre, estrenada en Japón en 2007 pero en el póster aparece una fecha diferente, por lo que nos hace preguntarnos cuándo tiempo ha transcurrido entre los eventos que vimos en Kite y lo que vemos en Kite Liberator.
Luego de esta escena introductoria se nos mostrará en paralelo la vida de Monaka y su padre. Por un lado, Monaka, que es menor de edad, trabaja en un bar regentado por un pedófilo que también sirve como controlador de la red de asesinos, va a la escuela, saca buenas calificaciones y comparte con su compañera de alojamiento. Por otra parte, en la estación espacial se arma la de Dios cuando dos de los astronautas, que también había obtenido su buena dosis de radiación solar empiezan a mostrar resultados adversos a una súper dieta que intentaba ayudarlos a mejorar sus capacidades físicas en el espacio. Esta parte, muy a lo Octavo pasajero, termina con la estación hecha pedazos y con un reducido grupo de supervivientes volviendo al planeta de milagro.
Ya en la Tierra, notan que al menos uno de los astronautas, ya convertido en monstruo, ha sobrevivido y ahora vaga por la ciudad "como buscando algo". Para evitar un escándalo, la compañía creadora del alimento, infiltrando maleantes como agentes de la Nasa, encarga a Monaka la misión de acabar con el monstruo. Ella lo intenta pero es sobrepasada y termina atravesada por una garra del monstruo. En el momento de lo que sería una muerte definitiva, el monstruo ve el collar de piedras espaciales en la muñeca de la muchacha y es ahí cuando él la reconoce como su hija, porque sí, uno de los astronautas afectados fue Orudo, padre de Monaka. Ella aprovecha el instante de duda y dispara a la boca del monstruo, el que parece ser su único punto débil. Se libera, es socorrida y sacada de allí por sus empleadores. Allí, por pura casualidad, se entera del asunto de la metamorfosis de Orudo, por lo que asesina a todo el grupo. Regresa por su padre que también está haciendo de las suyas en el camión que lo extraía de lugar. Orudo sale de las llamas de la explosión que él mismo ha creado y en ese instante se vuelve a ver frente a frente con Monaka. Ella lo reconoce y suspira por el descubrimiento. Hermoso. La imagen corta a negro y la OVA termina. Quedamos fríos. Lo que sea que esperáramos, ya no pasará. Solo nos queda elucubrar teorías, hacer un revisionado con cuidado, echarle ojo a los detalles. Al final, para desencriptar todo el universo de Kite tendríamos que pasar por Mezzo Forte y por Mezzo DSA para hallar una que otra pista, una que otra insinuación. Qué más da. Así que a falta de las respuesta por parte del señor Umetsu, me gusta jugar a conectar las dos OVAS. Estas, por ejemplo, son solo unas pocas ideas de donde tejer, por donde comenzar:
  1. Aunque esta obra se estrenó diez años después, en el universo de Kite solo han transcurrido unos pocos años ¿Tres, cuatro? (véase el póster de Diamante de sangre y la fecha 03 0012 0000). 
  2. La red de asesinos no ha perdido poder desde los hechos ocurridos en Kite. Por el contrario, ahora realiza trabajos para grandes empresas y con mejores artilugios tecnológicos. 
  3. Luego de la muerte de Oburi (ya es hora de aceptar que murió) Sawa debió volver con sus empleadores, quizá por refugio, quizá porque era lo único que conocía y ya no estaba ni Kanie ni Akai. Pero ahora lleva otro nombre e intenta mantenerse con un perfil bajo siendo una humilde camarera de un bar de mala muerte. 
  4. Si aceptamos que han pasado unos pocos años desde los eventos de Kite, también debemos aceptar como posibilidad que el hijo de Mukai, AKA Sawa, podría ser hijo de Oburi o peor, hijo de Akai. Por eso se mantiene como una madre soltera, por eso su perfil bajo. Quizá por eso le dice a Monaka que si tiene seres queridos debe cambiar de vida.
  5.  Monaka es una infiltrada. No queda del todo claro como selecciona sus trabajos/víctimas pero es claro que no todos son concertados con la red de asesinos. Imagino que Monaka está intentando desmantelar la red desde adentro. Solo ataca a pedófilos y se ha ganado la confianza del gerente del Apollo. 
  6. Por lo menos hay un amague, una bala de fogueo por parte del señor Umetsu. Al mostrarnos a Monaka tan cerca de un balón de basket, y sabemos que nada es gratuito, ¿qué intenta decirnos?, ¿que hay alguna relación entre la chica asesina de Oburi y ella?, ¿que son la misma persona? Ahí sí hay tela que cortar.
Esta entrada quedará abierta hasta un nuevo revisionado de la totalidad de la obra. Entonces, hasta que eso pase, creo que es bueno dejar por aquí.

jueves, 16 de marzo de 2023

Los árboles huelen a recuerdos (Metáforas de los árboles)

ATUESTA MINDIOLA, José. Metáforas de los árboles. Ediciones Alfarero. Valledupar 2010.

Hay libros que son una ventana siempre abierta a la memoria. Hay libros que son canto vivo, agua y río. Hay libros que son una copa de vino añejado con la nostalgia. Este libro, este poemario, contiene un poco de todo eso. La primera vez lo leí, en el ya lejano 2010, algunos poemas me abrazaron con olores y recuerdos. Lo que sigue a continuación, fue esa visión desencantada que tenía de la ciudad y la vida, pero maravillada por el descubrimiento de estas palabras.
He notado, no sé si por el cuento del bicentenario, que muchos buscan unas raíces perdidas. Pero puedo decir con claridad que ninguna celebración de bicentenario puede darme raíces, y no puede porque simplemente yo, al igual todos los que están en mi margen de edad, exploramos el mundo a través de una infame antena de Direc TV, o en folletines de suspense, o simplemente en Condorito.
En mi sofá está un libro verde, anoche lo leí, anoche no estaba enfermo, porque estuve enfermo con una tos que me hacía balancear de adelante hacia atrás. El libro se titula Metáforas de los árboles. Está escrito por José Atuesta Mindiola. El maestro Atuesta, valga decirlo, es docente de profesión y  poeta elección. El libro está autografiado en la primera página, la letra está cuidada y la firma denota años de ejercicio. Hay treinta y tres poemas. He obviado leer dos notas a modo de prólogos. Paso directo al primer poema. Monólogo de un árbol citadino, casi al terminar de leerlo, repaso dos líneas, Soy testigo: de la noche que avanza con el miedo,/ de transeúntes perdidos en sus sombra. Noto en estos versos las verdades de esos transeúntes, noto las soledades de las gente que camina por los callejones, me noto a mí observando el fluir de las hojas que caen de ese árbol.
La lectura del libro es muy rápida, son poemas cortos y sonoros. Aquí encuentro quizá un poco de esas raíces, mis raíces perdidas. Página 27: 'Elegía del palo de mango'. Mis recuerdos. La casa de la infancia. Leo que el árbol sangra blanco sus heridas como mostrando la ruta que el dolor todavía no ha recorrido. Tengo claro el olor que me recuerda. Hay mangos tirados, verdes y amarillos. Ya las flores han caído y llenan todo el patio. Recuerdo que mi mamá no barrerá, está trabajando y yo he de estar escuchando una emisora que no sintoniza bien. El árbol de mi recuerdo sangra.
Estoy volando a espacios y a momentos de mi pasado. Creo poder reconciliar esas raíces con la música que he puesto mientras continúo la lectura. Tom Waits canta, su voz resquebrajada, su letra desesperanzada, Chocolate Jesus, creo que estamos hechos de una amalgama de olores, sabores, también de cómic, de música que no está en nuestra lengua. Ya los fantasmas se han mudado de la oscuridad a las cadenas de correos electrónicos, las leyendas ya son urbanas y cuentan de maldiciones en cajas de MSN. Este libro me hace recordar las calles por las que camino a diario. Estos poemas son el equilibrio de una tierra muy llena de árboles pero ya muy agotada por un nuevo comienzo lleno de market.

Y sólo encuentro fragmentos/ de tu cuerpo y de tus sueños,/ y yo atrapada en los pilares desolados,/ estoy con lo poco que queda de mí. De 'Monólogo de una mujer después de un atentado'.




Este poemario está lleno de realidades, leo y veo carros, violencia, los que sufren la violencia, el tipo indiferente que mira, veo al victimario. Leo uno de estos poemas: 'Monólogo de una mujer después de un atentado'. Atuesta golpea con la última parte del poema. Y sólo encuentro fragmentos/ de tu cuerpo y de tus sueños,/ y yo atrapada en los pilares desolados,/ estoy con lo poco que queda de mí. Mi memoria está llena de algunas buenas cosas, de otras que no lo son tanto pero, este libro me hace recordar, y estoy convencido que esa es la tarea, que no se debe buscar donde ya todo es yermo sino, simplemente volver a los lugares felices, que son, casi siempre, los que están llenos de rincones en la casa materna con olores del patio. Porque somos un poco de todo, de Tv del domingo, de Coca-Cola, de música de este lado del mundo y de todas partes. Nos decimos libres e independientes, pero somos de todos los lugares. Estamos amarrados al piso y no hay salida. Ninguna.
Lea Metáforas de los árboles del maestro José Atuesta Mindiola.

[Recuperado del blog Grupo Jauría, publicada por primera vez en julio de 2010. Versión revisada y actualizada]

viernes, 19 de agosto de 2022

Diario de un procrastinador: No soy Cleón I


He configurado el equipo donde ahora tecleo estas palabras con el único objetivo de escribir mis ficciones. Es un equipo viejo que viene de descarte por mi esposa. Ella lo tira y yo lo tomo a modo de máquina de escribir. ¿Una máquina? Imagino que esa es una forma de sentirme rebelde. Y sí, pero es una forma muy anodina. Me gusta esa palabra, pues suena fácil: ANODINA. La cosa es que he tenido meses sin escribir algo decente (esto no es un intento de algo decente) por lo que decido escribir a la antigua y entonces tomo esta carcacha y le instalo la distro de Linux más liviana que encuentro y con ello instalo el procesador de texto más sencillo que encuentro y listo. Es un procesador sin menús ni distracciones adicionales. Solo un cursor palpitante (eso sí, con sonido de máquina de escribir al teclear para que se sienta de la vieja escuela, pantalla negra y las letras en verde neón. RIDÍCULO). La cuestión es que aun así es difícil que las cosas salgan con facilidad porque los pensamientos se atoran y el ruido en mi cabeza crece y crece. Sería más fácil si tuviera tiempo suficiente, pero no. Es que no soy Cleón I, emperador del imperio galáctico con mi clon perfectamente diseñado para cada etapa crucial de mi vida. Cuando leía la saga Fundación de Isaac Asimov me embriagaba de felicidad al encontrar un universo tan rico, tan basto y me asombraba que una misma persona pudiera escribir con tal nivel de dedicación y en tal cantidad. Esa forma de escribir era una meta inalcanzable pero siempre deseable para escritores noveles que como yo queríamos inundar las páginas con ciencia ficción. Ahora que Fundación (Apple TV+) llegó a la pantalla, no estoy seguro si las cosas salieron tal como lo esperaban los lectores (en los libros el asunto de Cleón no va por ahí y ningún personaje sobrevive más allá de lo humanamente posible). Pero algo sí es seguro, la serie contiene imágenes más grande que la vida misma y eso posibilita que nos creamos que sí existe un imperio que abarca todo lo ancho (?) de la galaxia. La serie no es fiel a los libros, está claro, pero han encontrado las formas precisas de anclar con hilos muy finos una historia inabarcable para la televisión y eso sí que emociona. Me gusta cuando alguien trata con tanto mimo su creación y se arriesga a no entrar en las dinámicas de la sobrecarga de la información, de la acción antes que la contemplación, de la brevedad de los planos y el ruido antes que el silencio. Será por eso que cuesta tanto concentrarse. Será por tanto ruido adentro y afuera. Mientras, el cursor palpita en el mismo verde neón y el sonido artificial de los tipos contra el papel (también artificial) tarda más en llegar. Sigo sentado y espero a que las ideas fluyan. Algo así como procrastinar como un ganador.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Un universo ardiendo [Sobre La cacería de los perturbados de Carlos César Silva]

[SILVA, Carlos César. La cacería de los perturbados. Terrear Ediciones, 2021]

Un hombre mira a una mujer con lujuria. La mujer devuelve la mirada pero hay algo en ella, como el fuego, que puede destruirlo todo. El hombre que la mira es un detective con un pasado turbio y en esta tarde calurosa de Valledupar recibirá sorpresas, aunque ahora solo quiere perderse en el cuerpo de la mujer. A unas calles de ahí un niño mira a su hermana con los ojos sedientos de placer, su padre, un policía amante de la música y su folclor, no sabe qué hacer para complacer a su hija pero el niño nota que su padre también guarda secretos. Los dos la aman por igual y ya en la noche el asunto estará resuelto. En la calle, sobre la carrera cuarta, Humberto y Tatiana, dos desarrapados de la ciudad, quieren encontrar algo de dinero de la única forma que conocen. Vienen de tener sexo y es posible que se amen y sean el uno para el otro, pero a esta ciudad le importa muy poco el amor de los débiles. También allí cerca está Abelardo recibiendo nuevas noticias en un bar. El rencor de su infancia no es lo que pensaba y ahora su soberbia lo mantiene cegado, tiene adentro una granada por corazón a punto de estallar y quiere sacársela. Saldrá y conducirá hasta encontrar un lugar en el que el viento arrastre sus problemas. Y así, por estas calles va gente con un universo ardiendo en su interior, viviendo al filo, tropezando contra sus errores, sin esperanzas, hundidos.

La cacería de los perturbados (Terrear Ediciones, 2021), es la ópera prima del escritor Carlos César Silva. Este es un libro compuesto por trece cuentos en que los personajes van dejando su vida a pedazos y su ciudad, el paisaje, pareciera ser una forma de tortura. No debe ser casual que el espacio escogido para el desarrollo de todos los cuentos sea Valledupar, que aquí se muestra como una ciudad, selva, sin compasión. Ya Silva había dado cuenta de ello en una reciente entrevista previo al lanzamiento del libro en la que comentaba esa simbiosis entre ciudad y personajes:

Valledupar es el tipo que sale a robar en una moto, el sicario que deja viva a su víctima, el hijo que es despreciado por sus padres porque canta en una banda de rock, la mujer que es golpeada por su esposo, el policía corrupto que se emborracha con la música de Diomedes Díaz, el limpiavidrios venezolano que está aburrido de pasar hambre y el fiscal que confunde la venganza con la justicia. (“El verdadero arte altera el espíritu humano”. El Pilón, 8 de diciembre).
La simbiosis, claro, no es solo entre los personajes y su entorno, sino con el mismo ejercicio creativo del escritor. Carlos César Silva, que se formó en talleres de escritura creativa y  además es docente de derecho constitucional, mantiene en los trece cuentos una prosa ágil y clara, sin que esto vaya en desmedro de la calidad de los textos y manteniendo imágenes poéticas muy potentes. Por ejemplo, en 'Antes de abrir el telón', un cuento en que una pareja compuesta por un escritor y una actriz subvierten los límites entre ficción y realidad y entre amor y violencia dando como resultado, en ambos casos, un mar de estremecedora furia: "Sí, Paula está pasándose de la raya. Anoche yo estaba en el estudio revisando las correcciones que Darío le hizo al guion de El semen de los dioses y Paula llegó desnuda, con la cabeza rapada y un bebé de juguete entre los brazos. “A diferencia de mí, Virginia siempre será tuya”, me dijo con una voz de borracha. Luego tiró al niño de plástico hacia un lado, me levantó de la silla, se arrodilló y me bajó la pantaloneta y el calzoncillo". (De 'Antes de abrir el telón', p. 33).

Si bien, buena parte del libro es un uppercut al optimismo, Silva cierra con un poco de aire fresco, quizá con algo de esperanza. En 'La osadía de los desdichados' se trae a cuento el multimillonario robo al Banco de la República de Valledupar y se le da una vuelta poética, ¿metaficcional?, y el autor se convierte entonces en personaje, los talleres de escritura creativa en los que participó sirven de motor de la ficción y los libros quedan, cómo no, como la única salida ante el caos. Y qué bien se siente eso.

En estos tiempos de corrección política es refrescante encontrar un libro como La cacería de los perturbados que, por encima de todo, privilegia las historias, el acto creativo, sabiéndose consciente de que los personajes solo deben ser fieles a su universo ficcional, así este universo esté ardiendo y a punto de estallar.
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Si no tiene este libro, hágase el favor y léalo ahorita antes de navidad. 

Puntos de venta:

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lunes, 15 de noviembre de 2021

Yo, Avant-Pop

Escribir para vivir. Escribir para morir. Escribir desde el filo. Escribir en la penumbra. Escribir como la nada. Escribir como el todo. Escribir y esperar la cuchillada final. Escribir sin pensar en el final. Escribir la cosa. Escribir y perderlo todo en el intento. Perderlo (casi) todo y ganar el destello de la lucidez. Ver la luz. Mutante. Transhumano. Hombre y animal. Hombre que sale de la caverna y salva el fuego. Animal cansado que corre detrás la presa. Ojos que ven por la ventana y encuentran el apocalipsis de afuera. El sepulcro de la posmodernidad. Cucarachas que bailan en el suelo radiactivo y miran al cielo. El silencio cósmico. Unos y ceros recorriendo los juguetes transmedia de los zombies enfermos de información. La larga y profunda simulación de la realidad. Hijos de aquel sueño perdido que se escapó entre las manos. Y nuestro nombre es Nadie. Y esto no es una declaración. Signos eclécticos de un tiempo nuevo.
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De la imagen: Hendrix por Moebius

lunes, 20 de julio de 2020

Tiquete ida y vuelta a la locura (Lecciones de Psiconáutica)

DAZA CASTILLO, Gian Carlos. Lecciones de Psiconáutica. 5 Esquinas Editores. Valledupar, 2009.

Leer Lecciones de Psiconáutica implica un esfuerzo del acucioso lector que se traduce en encontrar el tiempo disponible para tirarse en el sofá, tomarse una cerveza y dejarse llevar a espacios delirantes, excéntricos y fabulosos donde se puede encontrar a extranjeros, marihuanómanos y escritores fracasados, en suma, una ciudad colapsada por el deterioro mental de algunos habitantes y por el desprecio violento del resto.

Lecciones de Psiconáutica es la ópera prima del escritor Gian Carlos Daza Castillo. En ella se nos presenta al escritor Arturo Vidiarti mientras atraviesa un mar de dudas y alucinaciones. Mientras el personaje resuelve sus conflictos más que internos, conocemos las calles que lo rodean, una ciudad calurosa, Santos Reyes (una evidente abstracción mordaz de Valledupar), y las situaciones de un ser que quizá se equivocó de lugar y fecha de nacimiento. A medida que se avanza en la lectura se descubren momentos poéticos en la prosa del autor, mezclados con los deseos de una generación anhelante y deseosa de nuevos rumbos pero con el conocimiento certero de que nada de lo que haga mejorará su situación actual. 


Soy un caminante, caminando siembro dudas y huyo de holocaustos mientras germinan las amapolas de la desesperanza, soy un laberinto, quizá esté perdido ¿dónde están las alas que me liberarán de esta inmundicia? Sé que volar, sé que acercarse al cielo sobre donde otros deambulan como hormigas perdidas es mi salvación; pero ¿que vio Ícaro para pagar tan caro su insolencia? ¿qué verdad atómica descubrieron sus ojos? ¿acaso que este mundo es una ilusión? un sueño para pobres imbéciles
Vidiarti es un escritor joven y esquizofrénico, lector de libros de historia, filosofía y psiquiatría. Otros personajes, secundarios pero no por eso menos importantes, poseen una fuerza y personalidad definida que le dan a la vida de Vidiarti lo necesario para sentirse aturdido en una selva podrida, encementada y quieta. En la primera parte de Lecciones de Psiconáutica encontramos a Vidiarti en una clínica psiquiátrica, un lugar blanco, fofo y simple que lo agobia hasta llevarlo al delirio. Desde allí ilumina sus preocupaciones y su paso por Santos Reyes. 

Un punto central en la obra de Daza Castillo es la aparición de mujeres que, aunque están en casi todas sus páginas, son vistas con un prisma de lejanía. Quizá el único personaje femenino realmente cercano a Vidiarti es Mariana. Y es que ella es diferente a todos los seres extraños que habitan esa ciudad oscura, incluso diferente a las mujeres de Santos Reyes que parecen vivir solo para tomar café, fumar marihuana y acosar sexualmente a sus parejas. Mariana simplemente lo acompaña en silencio por los mares oscuros de la soledad y la locura: A mi lado duerme Mariana hoy no estoy solo; conozco cada centímetro de su piel, de sus vellos finos irguiéndose sobre cada poro de su cuerpo.

Lecciones de psiconáutica propone un estilo fluido, desestructurado y a ratos azaroso, que es práctico teniendo en cuenta que en buena parte del texto se utiliza un narrador en primera persona y este es un escritor con visibles problemas mentales, así que los capítulos son trastocados por los pensamientos de los personajes y crean así una aparente incongruencia en el contorno de la novela.

Lecciones de Psiconáutica contiene 12 páginas de aforismos agrupados en la sección Asuntos Humanos que no son más que la salida del mismo Vidiarti al mundo que no alcanza. Al final, la prosa de Daza Castillo se convierte en una rapsodia de rock al mejor estilo de un psicodélico Rammstein. En la entrada original invitaba a comprar y a leer Lecciones de Psiconáuticas, sin embargo, creo que eso ya es un imposible. Este libro está completamente descatalogado y, como la mayoría de las publicaciones independientes de este lugar del mundo, solo se encuentra en colecciones personales de algunos amigos. 

[Recuperado del blog Grupo Jauría, publicada en junio de 2010. Versión revisada y actualizada]

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domingo, 12 de julio de 2020

La gente solo busca salvar su pellejo


Por estos días nos es muy difícil ser optimistas. Vivimos en un estado de histeria colectiva que nos mantiene al borde del colapso. Y lo que solía funcionar ya ha quedado como cosa vieja, así que muchos solo buscan mantenerse vivos un día más. A eso viene a cuento el título de esta entrada y de la conversación, a modo de entrevista que apareció este sábado pasado en el diario El Pilón, que sostuve con mi amigo escritor Carlos César Silva en torno a literatura y la reciente publicación de mi libro de cuentos ¿Dónde están los salvajes?. Aunque en la imagen se ve la frase entrecomillada y seguido mi nombre, esas no son estrictamente mis palabras sino las de un personaje del cuento que da título al libro. Dejo por aquí el apartado de referencia y más abajo el enlace para la lectura completa de la entrevista.

Martín, uno de tus personajes del cuento que da título al libro, dice: “El mundo se está yendo por el desbarrancadero y a nadie le importa. La gente solo busca salvarse el pellejo… vivir un día más”. ¿Esto es mero pesimismo o una realidad?

Carlos, el pesimismo puede ser una forma sosegada de ver el mundo. No esperas nada de nadie y te alegras con las sorpresas. Lo cierto es que si nos sentamos a ver noticias por al menos una hora, nuestra posición frente a la realidad no saldrá indemne. Allí hay motivos de sobra para ser pesimistas, pero me da confianza la ciencia y el poder que tenemos como especie para sobreponernos ante las adversidades. Ya creamos la penicilina, las vacunas, pisamos nuestra luna. En ese tipo de avances sí soy profundamente optimista.

Si ya llegaste a este punto por favor no olvides dejar tu comentario. Eso siempre me alegra. Ten un feliz fin de semana. 

jueves, 9 de julio de 2020

¿Dónde están los salvajes?

Esto es un anuncio: al fin, luego de vueltas y vueltas, me alegra mucho contarles que desde hace ya una semana está disponible mi primer libro de cuentos ¿Dónde están los salvajes? Esta ha sido toda una aventura en la que me he metido de la mano del poeta y fundador de Terrear Ediciones, William Jiménez, y con el apoyo de un montón de gente como mi amigo Carlos César Silva, a quien conocí hace ya algunos años en medio de talleres literarios y que para este proyecto leyó cada uno de los cuentos en su etapa inicial y con quien sostuve largas conversaciones telefónicas sobre la construcción de personajes, la eficacia de los títulos y toda esa filigrana que se desprende del arte de escribir cuentos. También conté con la invaluable ayuda de J. J. Junieles y Paul Brito, que cuando les conté del proyecto no dudaron en leer los textos y luego en escribir algunas palabras, tal vez demasiado elogiosas, que terminaron en la contratapa del libro. Y Tony Arévalo, que me sacó una fotografía para la solapa y que de seguro rondará por mis perfiles de redes sociales por mucho mucho tiempo.

Este libro es el producto de varios años de escritura y está formado por un conjunto de catorce cuentos que se fueron ordenando en torno a unas ideas que aún me inquietan lo suficiente como para arrebatarme el sueño en algunos días. Aunque son, valga decirlo, los temas de siempre: la muerte, la soledad, el dolor, el egoísmo, la venganza, la supervivencia. Todo esto en entornos disímiles. Hay cuentos con aura de western, otros rurales, un buen grupo andan entre lo urbano y el policial y otro par van de lo que más me ha apasionado siempre, la ciencia ficción.

Saben ustedes que, como en todo proyecto independiente, nos hemos mojado con casi todas las etapas que suponen la construcción de un libro: escribimos, corregimos, diseñamos, y así. Ahora tenemos un montón de cajas, hasta el alma de libros, que esperamos compartir con ustedes (por ahora solo en Colombia). Un punto aparte entre todo esto es que también nos salió un eBook que quedó súper chévere y que ya se encuentra disponible en Amazon. Ya les iré contando cómo avanza este proceso. 

Si ya llegaron hasta aquí, dejen su marca en los comentarios.

domingo, 21 de junio de 2020

El alma salvaje de nuestra sociedad

La memoria es siempre un territorio oscuro, neblinoso. Proyectamos en ella lo que fuimos o lo que creemos que fuimos. Es, al final, una idea eterna del regreso. Así que solo volvemos a ella con mesura disimulada, como buscando no despertar terribles dolores, olores, múltiples formas del miedo, porque solo mantenemos en la superficie lo que suponemos fue nuestra infancia feliz, nuestros buenos tiempos. En estos días, por motivos del lanzamiento de mi libro de cuentos (porque sí, por fin sale mi libro de cuentos titulado ¿Dónde están los salvajes?), conversé con mi amigo y editor de Terrear Ediciones, William Jiménez, sobre el proceso creativo, las primeras lecturas y la actualidad del sector. Así que volví a visitar momentos empolvados en mi cabeza a los que casi siempre prefiero pasarles por un costado. Así inició la conversación:
William Jiménez: Miguel, en primer lugar ¿podrías contarnos cómo fue ese primer encuentro con la literatura, describirnos cómo fue esa “epifanía estética”?

Miguel Barrios Payares: Quien diga que la infancia es una época feliz, necesita que le cuente unas cuantas cosas. Nací en un pueblo pequeño que estuvo a merced de la violencia por muchos años, así que en lo único en que podía concentrarme sin que mi mamá se descorazonara era ver televisión y leer los pocos libros que había en la casa y en la biblioteca municipal. Aunque la verdad me gustaba mucho más ver televisión. Sin embargo, la experiencia de estar entre los libros era diferente e íntima. De alguna forma sentía, o creía, que al leer esos libros viejos yo tenía acceso a cosas que nadie más conocía. Era como una suerte de cofradía muy personal. Así hasta que me encontré con una bella edición ilustrada de Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne. Allí hubo un deslumbramiento. No había visto en televisión ni leído en ninguna parte de alguien tan inteligente como el Capitán Nemo, ni de nadie más osado e impetuoso que Ned Land.
Denle un clic aquí para leer la entrevista completa publicada en Panorama Cultural.

Gracias por pasar, y si te parece bien, no te vayas sin dejar un comentario reportando tu visita. Eso siempre me alegra el día. 

viernes, 29 de mayo de 2020

Hombres en las estrellas vestidos para fiesta


A los dos tipos de esta imagen se les ve caminando uno detrás del otro en un corredor límpido que casi pareciera un decorado de un costoso set hollywodense, y ellos, vestidos con hermosos trajes futuristas, como salidos de una secuela de 2001 Odisea del espacio o de Interstellar. Ciencia ficción pura y dura. Sin embargo, son los astronautas Bob Behnken y Doug Hurley a punto de embarcarse en la Crew Dragon, a uno se le ve sonriendo y el otro tiene la mirada puesta en el horizonte en esta fotografía promocional del que se espera sea el primer viaje de una empresa privada en poner hombres en órbita. El despegue estaba programado para el día miércoles pero el mal clima hizo que se pospusiera para mañana sábado y tiene como destino la Estación Espacial Internacional en una misión de unos tres meses, aunque la misión de estos dos es lo que menos parece importarle a todo el mundo, o al menos a mí. El quid del asunto es que el espacio entre ciencia ficción y realidad se acorta cada vez más, y con ello nuestra forma de verla. Que estos trajes intravehiculares parezcan tan futuristas y que sin embargo sean parte de nuestro presente, nos lleva a una cuestión que para la literatura de ciencia ficción es fundamental. La ciencia ficción, concentrada inicialmente en los entresijos de la modificación de nuestras vidas por medio de la tecnología, ahora está volcada por completo a otros aspectos más mundanos y adopta preocupaciones sociales que fueron exploradas ampliamente por la novela negra (corran a ver The Expanse) y en donde ya no importa el decorado, pues Elon Musk se ha encargado de dárnoslo, sino la esencia de lo humano. Pues ahora, mientras más rápido se toca el cielo, más interesan los problemas de la tierra, la sal de la tierra. Y nosotros, simples mortales, vemos complacidos cómo los hombres alcanzan las estrellas vestidos a la moda.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Cuando la ficción nos alcanza: decisiones gubernamentales y La criba de Isaac Asimov

Las calles permanecen solitarias y silenciosas, aunque a veces se cuela el sonido de algún vallenato por la ventana. Apenas el fin de semana pasado se decretó una cuarentena nacional y todo el mundo se pregunta por qué solo hasta ahora se tomó esa decisión, si ya desde hacía un buen tiempo algunas voces alertaban de la urgencia de una medida como esta. Tal vez, solo tal vez, la razón tenga un poco que ver con que han entendido que un virus puede tocar a la puerta de quien sea, sin importar si se es presidente o no.

El curioso caso empezó así: hace unos pocos días se supo que un alcalde, que estuvo en contacto con el presidente, dio positivo por coronavirus. Al instante aparecieron sendas fotos del par en cuestión dándose abrazos y hablándose como amigos cercanos. De inmediato se prendieron las alarmas. El secretismo era absoluto pero algunos sabían que el asunto olía muy mal. De lejos se podía entrever el ambiente y las conversaciones en el palacio presidencial: algunos hablando de costado y cubriéndose los labios con las manos, uno que otro ministro sacándole el cuerpo al presidente, el presidente llorando solo en el baño durante largo rato. Todos con caras de circunstancias. Entonces sí, medidas gubernamentales que dividen al país. Pues aquí la cuestión no es solo mantenerse aislado, sino sobrevivir ese aislamiento. Nadie puede mantenerse en casa y a salvo si no tiene con qué comer. Y esto no es nada que no se nos haya contado en múltiples ficciones, así que estábamos avisados. En el cuento La criba de Isaac Asimov, publicado en el 1976 e incluido en el conjunto de cuentos El hombre bicentenario, se nos muestra un año 2005 con crisis de superpoblación, casi vencido por la hambruna y donde la lucha por la supervivencia de la humanidad la deciden los gobiernos, como ahora. Y solo dos bandos: los que pueden permitirse comer bien y los que están a punto de arrebatarte la comida de las manos, también como ahora. 


En La criba, Aaron Rodman es un científico que ha descubierto una lipoproteína capaz de abrir o cerrar membranas celulares según la composición bioquímica de cada individuo. Esto es, como lo hace saber el narrador, la mayor bendición para la salud humana desde que Pasteur elaboró la teoría de los gérmenes. Ante tamaño descubrimiento, el Gobierno primero le pide que no siga divulgando lo que sabe, luego lo toma prisionero y al final, le presiona para que utilice su descubrimiento como 'triaje' (palabreja que hemos comenzado a escuchar con mucha frecuencia en las noticias) entre los hambrientos del mundo. Y ahí el dilema: ¿matar (dejar morir) miles para salvar millones? También en Watchmen de Alan Moore se presenta una variante del dilema del tranvía: Ozymandias, por cuenta propia, decide sacrificar a millones de neoyorquinos con el fin de unir a las naciones y evitar una aniquilación vía guerra nuclear. En La criba, Rodman se niega a la solicitud de sus captores, pues entiende que su descubrimiento debería servir para entender el funcionamiento de la vida y no como un veneno, pero al mismo tiempo es amenazado por el presidente de la Organización Mundial de la Alimentación con quitar los bonos que garantizan la supervivencia de su familia. Igual, la vida de unos por la de otros.

En este cuento, como en la mayoría de los escritos por Asimov, hay vuelta de tuerca. Léanlo y comprobarán el tremendo final. Las distopías, por oscuras que parezcan, siempre brindan una luz de esperanza, a veces pequeña, a veces casi invisible, pero siempre presente. De momento nuestro futuro parece bastante oscuro, pero también aguardamos, como lectores voraces, la vuelta de tuerca, esa luz al final del túnel.


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Quisiera escribir sobre otras cosas pero este tema ha ocupado mis pensamientos casi por completo.