jueves, 27 de diciembre de 2012

Siempre las guerras

Nena, siempre soñamos con la guerra. Hoy he despertado, en plena madrugada, sintiendo un vacío profundo entre los pocos centímetros de la cama que podrían separarnos y las miles de batallas a nuestro alrededor. En mi sueño, parece posible un modo de escape, una muy tenue luz al final del túnel pero, esa idea no es más que bruma que se hace inalcanzable y termino despertando con la respiración entrecortada y más triste que siempre. Hay, cariño mío, demasiadas balas rasantes para esquivar. Suficiente dolor en el aire para nadar como peces. Y lo peor es que ni siquiera en ese territorio neblinoso de los sueños salimos victoriosos. Anoche vi una de esas películas nuevas de cowboys protagonizada por un tipo dueño de las humedades de un montón de muchachitas, nada parecido a los tipos cara-culo de las películas viejas en donde lo importante era la rapidez con la que se apoyaba el arma a un costado de la cadera. De cualquier forma, esa era una película hecha para muchachitas que escapan con sus novios de colegio y se refugian en las salas de cine por una o dos horas y ni tú ni yo iríamos a perder el tiempo de esa forma, así lográramos, como lo enamorados, aligerar el tiempo y reír sin saber por qué. Nena, hay sueños que me persiguen y no me dejan en paz. Solo logro escribirte mi conversación-muy-a-lo-estilo-libre y golpear con fuerza para que el contacto con las teclas se haga música en mis oídos y pueda irme a descansar unos minutos más. Aunque quizá tú estés en la oscuridad, temblando, moviéndote de un lado al otro sofocada por el calor, soñando tu guerra personal, despertando sobresaltada y no encontrando a nadie conocido a tu costado.

Fuente: Imagen

miércoles, 29 de agosto de 2012

Los rockstars no presionan delete

He vuelto a escribir. El piso está frío como el hielo, y eso es particularmente raro por aquí, no parece gran cosa, no es como descubrir una isla perdida o tener un buen día de trabajo solo que al menos el piso está frío y mis pies descalzos saben que algo no debe andar bien en el mundo. Quería escribir un montón de cosas impresionantes pero, al final de un rato, todo parecía porquería de palomas así que mantuve presionado delete hasta que todo lo que parecía significar algo no fue más que espacio blanco en la pantalla, algo más tranquilo, más puro. La escritura se convierte en puñados de soledades, en puñados de confesiones impersonales para los momentos más duros, todo lo demás si no es así, todo lo que reste es basura pegada en el techo. Por eso es que hay tipos que se vuelven locos y se bañan en las fuentes de los parques. Una vez conocí un tipo que se intoxicaba de calles, escribía poemas y los regalaba a putas viejas, al final, decidió por su propio bien, largarse a otra parte sin rumbo fijo, como un animal apaleado, triste y adolorido que recorre las avenidas. Pero, no es eso a lo que me refería, es que mis conversaciones estilo libre no son lo que solían ser, porque cada retazo de pensamiento no es otra cosa que una buena patada en el culo que se extingue al instante. Como ver un western y saber que el malo huele a muerte desde el primer fotograma. Cariño mío, ya te he dicho, no tengo esa mirada James Dean que tanto podría gustarte, no tengo un descapotable ni recorro bonitas carreteras interestatales por el placer de sentir el sol en la cara y al viento desordenarme el pelo, no escribo canciones de amor para sentirme mejor, no entono esos estribillos delicados que hablan del crazy love, no soy Van Morrison, no soy un rockstar, en conclusión. Solo soy un chico de pueblo con insomnio. Solo tengo miedos para ti y una lata de cerveza en la nevera. Y quizá, muy a tu pesar, ya ni siquiera quede la lata de cerveza.

Imagen: Nadador

miércoles, 30 de mayo de 2012

Ball and chain para seguir borracho


Aquí en Valledupar, cariño mío, hay rastros de todos nuestros muertos y un par de buenos lugares con helado de vainilla. Hay por ahí un poco de nuestros fantasmas tomando cervezas, hablando del amor y la globalización. Hace unos días pensaba en tus latitudes, lugares y promesas, hace unos días me estaba olvidando de tus caminos. Cariño mío, tengo los pies calientes y el corazón tranquilo. En casa mamá está preparando una sopa para sabernos existentes, pero hay un algo que falta en el viento, unas palabras que no han vuelto con la rapidez necesaria. Hace unos días esperé un eclipse para tener algo que contarte y mirar al cielo con una sonrisa, pero, es bastante curioso, aquí llovía sin prisas (como las canciones viejas, como el blues en los bares maltrechos, como escuchar Ball and Chain para seguir borracho), agua fría y unas nubes amarillas, un espectáculo de lo más triste. El agua se entraba por la puerta y parecía decirme «vete al diablo que allí afuera no hay más que ceniza y mujeres con sus grandes culos pululando, sin rumbo, por la ciudad». Esta ciudad, cariño mío, ya te lo he dicho, me deja un mal sabor en la boca, es una ciudad muy amarilla, caliente y más melancólica que nada. Hasta los mendigos (ellos que son tipos siempre sonrientes, que se leen los periódicos atrasados y se acuestan en los pórticos de los casinos y los cajeros electrónicos) aquí se inyectan soledades en las venas, para pasar el rato y para no ver la tristeza muy manifiesta en los árboles que se mueven y dejan caer sus hojas cuando el viento los envuelve y se va. Es, cariño mío, un momento para escucharte en la voces de los demás, en el desespero de los televisores, en el reflejo de la próxima botella.   


viernes, 11 de mayo de 2012

Chucherías de las gasolineras

Hay algo que escucho en esta música, en esta voz de Van Morrison que me hace pensar en ti. Nena, no creas que pienso en ti a la manera corriente. Solo los pobres tipos pueden pensarte a la manera corriente y tampoco estoy tan mal para creerme un pobre diablo sin espíritu. La cosa es que ahora podrías estar moviéndote desnuda por ahí o solo quedarte con una de mis camisetas, una playera con un motivo de Marilyn Monroe o una de John Wayne donde le lanza una descarga a un desposeído y después se va a besar a su rubia de turno (¿cierto que ese tipo tenía la actitud para destrozar tres regimientos?), para verte andar por los corredores con los pies descalzos y la camiseta rosándote el trasero, que digas algo como «¿qué tal el día » y yo te conteste «bien nena, todo bien» así no más pero saber que vas a mirar el cielo gris y a fumarte algo cerca de la ventana y que ese humo recorrerá las calles y los andenes, y con suerte alcanzará a alguien o ese humo yéndose para regresar luego con la lluvia, saber que lees un magazín viejo de modas, de esos en que todos los chicos miran a la cámara con ese gesto de inenarrable tristeza y el cabello bien peinado. Pedirte un cigarrillo y sentir el olor de la caja vacía y de ese papel brillante que serviría, de lejos, para cubrir este mundo por completo y para envolver cigarrillos del tamaño de secuoyas. Nena, esa canción dice algo estupendo, como para decírtelo al oído a ti o a cualquier otra pero, es que nena, las buenas canciones siempre están en el aire y debemos cantar mientras nos quede aliento y mientras podamos andar en las carreteras buscando mares perdidos. Quiero que cantes conmigo Little darlin', come with me won't you help me share my load y que sonrías, que me pases un trago de tu botella, luego volver a la carretera para leerte algo de Salinger y comer chucherías de las gasolineras.