jueves, 26 de abril de 2018

Fundación: el Imperio Galáctico nos saluda

Los sueños le llevan mucha ventaja a nuestras manos. Sucede a veces que la imaginación es tan poderosa, que las ideas burbujeantes en la mente necesitan años para convertirse en imágenes. A veces solo basta con pinceladas de palabras en los libros, pero a veces no es suficiente. Hace unos días me encontré con la noticia de que Apple invertirá en contenido propio de lo que será su apuesta por morder una tajada de la transmisión por streaming, y lo intentará en grande. Tiene asignado, para este año, la nada despreciable suma de mil millones de dólares. ¿Y el proyecto estrella? pues 'Fundación' de Isaac Asimov. Hace unos años ya la Warner Bros., Sony Pictures y la ahora omnipotente HBO se hicieron con los derechos de esta saga de libros pero abandonaron el barco al notarse sobrepasados por los requerimientos técnicos necesarios para llevarla a buen puerto. ¿Cómo podrían, hace unos años, construir un universo de ciencia ficción tan grande, con tantos personajes y con tantos saltos temporales? Solo hasta la llegada de series como Game of Thrones eso se creía imposible, y sin embargo, como yo lo veo, el universo creado por Asimov es mucho más ambicioso que el construido por George R. R. Martin. Lo bueno es que ahora estamos en una edad de oro para las producciones seriadas donde lo que se sueña es enteramente posible, donde los presupuestos son astronómicos y el público es global. Una serie como Fundación podría ser, de hacerse bien, el inicio de una nueva forma de ver la ciencia ficción en una pantalla. Imagino que Fundación se vería algo así como Altered Carbon (ese monstruo creado por Netflix y en el que luego nos detendremos con la calma necesaria) mezclada con lo mejor de la Star Trek de J.J. Abrams pero con siglos de continuidad en la historia. Ya veremos cómo, desde lo lejos, el Imperio Galáctico nos saluda.

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Imagen: Ciudad

miércoles, 18 de abril de 2018

Nena Modigliani (Parte II)

Ahora, antes que el planeta explote, debería decirte unas cuantas cosas. No cosas normales de esas que se van por las orillas, como siempre, como se van todos y continúan con sus infames monólogos sin escuchar a los demás, sin parar la lengua ni limpiarse los oídos. Cosas serias, duras, como las que se guardan y se dicen antes de la guerra. Ahora, cuando las calles y las almas son más frías, debería tenerte al lado para cantar y bailar una de esas canciones de amor. Para que los días se hagan más livianos y así aguantar cada grito, cada herida sin arrugar los ojos. Ahora que llueve y la lluvia hace espejos en el piso y veo mi rostro pálido y alargado, ahora que el suelo está frío y los olores son más olores, húmedos y puros. Ahora debería iniciar nuestra conversación muy a mi estilo de conversación-estilo-libre y mandarte "y tú qué tal" y verte guardar silencio mientras tomas el resto de tu cerveza y caminas por el lugar y cantas esa canción de Pink Floyd que nos recuerda al infierno y arrojas la lata contra el piso y recitas ese bello poema de Bukowski que dice eso de que el amor es un perro del..

Nena, estamos aquí en las orillas de la tierra, en los bordes de la civilización, y somos los televidentes de la estupidez planetaria y no hay más por hacer. Pero debemos guardar un abrazo para los días malos y unos tantos más para los días normales, para esos días en los que es más fácil aligerar el paso y regalar sonrisas, para esos días en que es más sencillo soportar la mierda del mundo.

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miércoles, 11 de abril de 2018

Solitarios corazones (en días cyberpunk)

Hemos aceptado, en medio del desconcierto, que somos una generación solitaria. Lo que antes pensábamos nos daría paz y nos convertiría en una aldea global terminó aislándonos y nuestros sueños, como los de las generaciones pasadas, también se fueron por la alcantarilla. La edad de oro de la ciencia ficción imaginó la salvación en estos avances de la ciencia, en una visión benigna del futuro que ofrecía grandes dosis de esperanza. En la serie de los robots de Isaac Asimov, por ejemplo, los androides estaban equipados con cerebros positrónicos, capacidades superiores a las de cualquier humano y regidos por leyes simples que ordenaban sus acciones y por tanto los hacían libres de la indecisión que a nosotros nos pesa. Los robots eran dedicados a resolver problemas complejos, a colonizar planetas y preparar el terreno para los humanos, pura felicidad. Y en el peor de los casos, cuando aparecía un atisbo de humanidad en ellos, eran desechados o descartados como en el cuento 'El asesino' de Stephen King en el que un pobre androide despierta sin conocer su lugar en el mundo y al intentar averiguar qué pasa, es borrado del mapa. Solo tipos como Philip K. Dick (creador de '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' que luego sería llevada genialmente al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner), William Gibson y su combo notaron que la cotidianidad arropada por la ciencia ficción sería mucho menos utópica de lo que esperaban los clásicos. Y sí, los usos para los androides serían también más humanos y primarios. Esta generación que pide desesperadamente algo de compañía en un afán por no descubrirse sola, ha tomado la ciencia ficción y la ha convertido en bizarra cotidianidad. Los japoneses, que son los primeros en probarlo todo, han sido pioneros en la distribución de androides de compañía (léase juguetes sexuales) que ya pueden conversar, responden al tacto y además, simulan orgasmos. No sé si da más miedo el sonido que producen los movimientos en las articulaciones de estos androides o la negativa de los compradores por buscar compañía humana, ahora cuando todavía se puede. Bienvenidos al presente.


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P.D.: Dos de mis cuentos de robots, que vienen muy bien con el tema, fueron publicados hace algunos años en varias antologías y recogidos en el blog Grupo Jauría. Por si les apetece, aquí les dejo los enlaces: X-200W y Manual para armar a Cecilia.
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miércoles, 4 de abril de 2018

Diario de un procrastinador: Soñar como Lenny Nero

Desde la cómoda posición de mi sofá veo la intermitencia del cursor en la pantalla. Desde hace algún rato decidí sentarme a escribir pero aún no logro las palabras correctas en mi mente, porque primero van en la cabeza y luego en la pantalla, pues lo que no se tiene en la cabeza no se tiene en ninguna otra parte. Ya es tarde en la noche pero no me levanto a escribir a sabiendas de que si lo pospongo apenas unos minutos más, las letras de hoy quedarán para mañana o para quién sabe cuándo. De momento, me creo Lenny Nero buscando recuerdos medio olvidados o intentando, simplemente, pasar el rato. Me convencí de escribir ciencia ficción desde que vi las primeras escenas de 'Días extraños'. Eso que estaba en la pantalla lo quería para mí. Cada fibra, cada momento. No sabía yo que todo eso necesitaba una alta dosis de talento y otras cosas más, pero lo quería. Con Lenny aprendí qué eran los antihéroes antes de saber algo de antihéroes, encontré allí la hermosa y caótica estética cyberpunk tan lejana del polvo de mis recuerdos de adolescencia. Lenny Nero era el tipo duro que intentaba salvar a la chica en medio del apocalípsis del fin de año, del temido 2000. En ese momento supe que quería 'protas' que fueran duros, que salvaran a sus chicas, y bien si llevaban cables conectados al cuerpo, mejor si eran hackers desarrapados y muchísimo mejor si habitaban en la neblinosa zona de lo incorrecto. Y así lo intento, cuando puedo escribo y golpeo fuerte el teclado, aunque siempre exista una idea que va volando azarosamente en mi cabeza y me distraiga, como si reviviera un recuerdo implantado. Las distopías del cine han cambiado desde que vi a un expolicía venido a menos intentar salvar a la chica, pero las personas y las emociones son las mismas. En Días extraños los dealers negociaban clips, unos pequeños discos con recuerdos y emociones en primera persona que hacían felices a los desposeídos, a los adictos. Hoy la gente se saca fotos para Instagram y recibe likes. Nada ha cambiado.
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Tengo ya, en modo de borrador fumable, mi novelita cyberpunk. Ese proyecto que por años durmió el sueño de los justos. Las primeras líneas las puse en un blog por allá en 2011 y apenas hoy lo veo resuelto. Pero sí, para quien la recuerde, Desde el infierno, con amor ya está lista.

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Imagen: Vía ÁreaVisual