Hemos aceptado, en medio del desconcierto, que somos una generación solitaria. Lo que antes pensábamos nos daría paz y nos convertiría en una aldea global terminó aislándonos y nuestros sueños, como los de las generaciones pasadas, también se fueron por la alcantarilla. La edad de oro de la ciencia ficción imaginó la salvación en estos avances de la ciencia, en una visión benigna del futuro que ofrecía grandes dosis de esperanza. En la serie de los robots de Isaac Asimov, por ejemplo, los androides estaban equipados con cerebros positrónicos, capacidades superiores a las de cualquier humano y regidos por leyes simples que ordenaban sus acciones y por tanto los hacían libres de la indecisión que a nosotros nos pesa. Los robots eran dedicados a resolver problemas complejos, a colonizar planetas y preparar el terreno para los humanos, pura felicidad. Y en el peor de los casos, cuando aparecía un atisbo de humanidad en ellos, eran desechados o descartados como en el cuento 'El asesino' de Stephen King en el que un pobre androide despierta sin conocer su lugar en el mundo y al intentar averiguar qué pasa, es borrado del mapa. Solo tipos como Philip K. Dick (creador de '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' que luego sería llevada genialmente al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner), William Gibson y su combo notaron que la cotidianidad arropada por la ciencia ficción sería mucho menos utópica de lo que esperaban los clásicos. Y sí, los usos para los androides serían también más humanos y primarios. Esta generación que pide desesperadamente algo de compañía en un afán por no descubrirse sola, ha tomado la ciencia ficción y la ha convertido en bizarra cotidianidad. Los japoneses, que son los primeros en probarlo todo, han sido pioneros en la distribución de androides de compañía (léase juguetes sexuales) que ya pueden conversar, responden al tacto y además, simulan orgasmos. No sé si da más miedo el sonido que producen los movimientos en las articulaciones de estos androides o la negativa de los compradores por buscar compañía humana, ahora cuando todavía se puede. Bienvenidos al presente.
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P.D.: Dos de mis cuentos de robots, que vienen muy bien con el tema, fueron publicados hace algunos años en varias antologías y recogidos en el blog Grupo Jauría. Por si les apetece, aquí les dejo los enlaces: X-200W y Manual para armar a Cecilia.
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Imagen: Done with humanity por DecoySnake
Me gusta tu estilo de letras me meto en ellas
ResponderBorrarme hacen suspirar tus puntos también las comas
un abrazo desde Miami
Gracias por tus buenos comentarios. A mí me gusta que te guste. Un abrazo para ti también.
BorrarTu opinion como hombre y escritor me gustaría en lo que he escrito hoy
Borrarmil gracias
Excelente Miguel, bienvenido al presente. Un abrazo robótico.
ResponderBorrarUn abrazo para ti, Luis Barros Pavajeau.
Borrar¡Hola!
ResponderBorrarMe ha encantado la entrada, sobre todo por lo interesante que es el tema tratado y lo poco que sabemos de él en general.
Un saludo
Gracias por pasar Juan. Y sí, sabemos muy poco.
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