miércoles, 25 de marzo de 2020

Cuando la ficción nos alcanza: decisiones gubernamentales y La criba de Isaac Asimov

Las calles permanecen solitarias y silenciosas, aunque a veces se cuela el sonido de algún vallenato por la ventana. Apenas el fin de semana pasado se decretó una cuarentena nacional y todo el mundo se pregunta por qué solo hasta ahora se tomó esa decisión, si ya desde hacía un buen tiempo algunas voces alertaban de la urgencia de una medida como esta. Tal vez, solo tal vez, la razón tenga un poco que ver con que han entendido que un virus puede tocar a la puerta de quien sea, sin importar si se es presidente o no.

El curioso caso empezó así: hace unos pocos días se supo que un alcalde, que estuvo en contacto con el presidente, dio positivo por coronavirus. Al instante aparecieron sendas fotos del par en cuestión dándose abrazos y hablándose como amigos cercanos. De inmediato se prendieron las alarmas. El secretismo era absoluto pero algunos sabían que el asunto olía muy mal. De lejos se podía entrever el ambiente y las conversaciones en el palacio presidencial: algunos hablando de costado y cubriéndose los labios con las manos, uno que otro ministro sacándole el cuerpo al presidente, el presidente llorando solo en el baño durante largo rato. Todos con caras de circunstancias. Entonces sí, medidas gubernamentales que dividen al país. Pues aquí la cuestión no es solo mantenerse aislado, sino sobrevivir ese aislamiento. Nadie puede mantenerse en casa y a salvo si no tiene con qué comer. Y esto no es nada que no se nos haya contado en múltiples ficciones, así que estábamos avisados. En el cuento La criba de Isaac Asimov, publicado en el 1976 e incluido en el conjunto de cuentos El hombre bicentenario, se nos muestra un año 2005 con crisis de superpoblación, casi vencido por la hambruna y donde la lucha por la supervivencia de la humanidad la deciden los gobiernos, como ahora. Y solo dos bandos: los que pueden permitirse comer bien y los que están a punto de arrebatarte la comida de las manos, también como ahora. 


En La criba, Aaron Rodman es un científico que ha descubierto una lipoproteína capaz de abrir o cerrar membranas celulares según la composición bioquímica de cada individuo. Esto es, como lo hace saber el narrador, la mayor bendición para la salud humana desde que Pasteur elaboró la teoría de los gérmenes. Ante tamaño descubrimiento, el Gobierno primero le pide que no siga divulgando lo que sabe, luego lo toma prisionero y al final, le presiona para que utilice su descubrimiento como 'triaje' (palabreja que hemos comenzado a escuchar con mucha frecuencia en las noticias) entre los hambrientos del mundo. Y ahí el dilema: ¿matar (dejar morir) miles para salvar millones? También en Watchmen de Alan Moore se presenta una variante del dilema del tranvía: Ozymandias, por cuenta propia, decide sacrificar a millones de neoyorquinos con el fin de unir a las naciones y evitar una aniquilación vía guerra nuclear. En La criba, Rodman se niega a la solicitud de sus captores, pues entiende que su descubrimiento debería servir para entender el funcionamiento de la vida y no como un veneno, pero al mismo tiempo es amenazado por el presidente de la Organización Mundial de la Alimentación con quitar los bonos que garantizan la supervivencia de su familia. Igual, la vida de unos por la de otros.

En este cuento, como en la mayoría de los escritos por Asimov, hay vuelta de tuerca. Léanlo y comprobarán el tremendo final. Las distopías, por oscuras que parezcan, siempre brindan una luz de esperanza, a veces pequeña, a veces casi invisible, pero siempre presente. De momento nuestro futuro parece bastante oscuro, pero también aguardamos, como lectores voraces, la vuelta de tuerca, esa luz al final del túnel.


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Quisiera escribir sobre otras cosas pero este tema ha ocupado mis pensamientos casi por completo. 

lunes, 9 de marzo de 2020

Cuando la ficción nos alcanza: coronavirus y Ensayo sobre la ceguera

Julianne Moore
Este fin de semana el Ministerio de Salud confirmó, desde su perfil de Twitter, el primer caso de covid-19 en el país. En el comunicado se lee que "El país se prepara desde hace más de ocho semanas para enfrentar la llegada del nuevo coronavirus COVID-19". Hasta ahí todo muy bien. La viva imagen de un gobierno preocupado por el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, al echar la mirada a esas semanas a las que se refiere el comunicado, un viento helado me recorre la espalda. La cosa fue más o menos así. Primero, cuando el resto de los países procuraban sacar a los suyos de Wuhan, aquí la Cancillería contemplaba la posibilidad de rifar siete cupos entre catorce colombianos. Al final rectificaron pero ya el asunto no olía bien. Luego, se armó un innecesario show con avión de la Fuerza Aérea y todo, pero el famoso avión se quedó varado por varios días en Seúl. Lo más insólito fue que se eligió un centro deportivo para la cuarentena de los pasajeros y la tripulación al regresar al país. En Ensayo sobre la ceguera de José Saramago sucede algo más o menos similar. En la ficción, un gobierno aturdido ante una epidemia de ceguera que ataca sin previo aviso, decide recluir a los enfermos en un manicomio abandonado y no, como se esperaría, en un centro hospitalario donde se garantizarían estándares mínimos de salubridad. Los enfermos son llevados a fuerza de cañón y dejados allí a la buena de dios. Con el pasar de los días, llegan más enfermos y el lugar se convierte en un pequeño infierno. Aquí la situación no es ni de lejos tan dantesca, pero sí causa curiosidad que se escoja un lugar que a las claras no es apto para contener un virus que parece esparcirse con mucha facilidad. Y causa, ahora sí, un poco de miedo, que a la primera se desate el caos a causa de una tubería rota. Ahora que ya está confirmado el primer caso de covid-19 ¿qué seguirá?, ¿si hay muchos contagiados, dónde serán recluidos?, ¿serán llevados a ese mismo centro deportivo?, ¿serán dejados a su suerte por un sistema de salud colapsado desde el principio? En la ficción del portugués la epidemia de ceguera desaparece por sí sola luego de sacar a flote lo peor de la humanidad y de dejar devastada la ciudad. Aquí, al menos por ahora, el panorama es más que incierto. Ya el asunto no parece macondiano como suele suceder en este país, sino de ciencia ficción y distopías.
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Imagen: Blindness, 2008. IMDb