martes, 27 de marzo de 2018

Las ligas menores menores (de escritores independientes)

Hace unos días asistí a una charla donde un escritor contó los pormenores de su proceso creativo, los entresijos de la construcción de sus historias y la rutina que seguía a la hora de sentarse frente al computador. Al final, un tipo entusiasta pidió para él, y para todo el público, un consejo para los escritores independientes. El escritor de la charla enmudeció por unos segundos, se rascó la cabeza y al final dijo que todos los escritores que él conocía eran independientes, incluyéndose él mismo, pues todos vivían de alguna otra cosa: un guion para la televisión, un artículo lifestyle en revistas de variedades y así, y que ni siquiera él tenía la certeza de ser publicado por su editorial el año próximo debido a un inmenso catálogo que no hacía más que crecer. Todos somos independientes, sentenció al final. El hombre que preguntó volvió la mirada al piso y guardó silencio. Esa no era la respuesta que buscaba. La respuesta del escritor se sintió lejana, distante como Alfa Centauris. Imagino que el escritor quiso decirle que por aquí todos pertenecen a las ligas menores de la industria editorial. Sin embargo, lo que no mencionó el escritor, e imagino que por ahí iba encaminada la pregunta del otro, es que hay unas ligas menores menores. Unas ligas de escritores que son mucho más independientes, hijos de la era digital, que escriben a diario pero que no tienen contratos editoriales, ni canales de distribución, ni columnas en revistas de variedades, ni guiones de novelas de televisión por entregar. Un grupo grande que edita, publica y distribuye sus libros con dinero de su bolsillo y casi siempre a pérdida, armados solo con un perfil de facebook (o un blog como este) y pandillas de amigos que los secundan. Quizá son invisibles para la industria editorial y están ahí con la sangre caliente, esperando su momento desde la periferia o quizá ni siquiera les importe la industria.
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Imagen: Moebius

martes, 20 de marzo de 2018

Nuestro espíritu tibio

¿Existe acaso el espíritu de las naciones? ¿Existe una forma particular de ser nosotros? Quiero creer que no, que no existe una red invisible que nos une y nos hermana por el simple hecho de compartir el mismo espacio, el mismo aire. La cuestión es que si sí hay una forma particular de ser lo que somos, estamos casi en el fondo del charco y sin posibilidades de salida. Nuestras derrotas están siempre marcadas por un brillo de ingenuidad, por un anhelo de gloria, de un «casi» eterno, de una palmada en el hombro o de un triste y melancólico «la próxima será». Por otra parte, nuestras victorias son siempre pírricas o están cubiertas por un manto de duda o deshonestidad. Si tenemos una forma común de ser lo que somos es entonces la de un espíritu tibio y  desagradable de cualquier modo. Estamos, de alguna manera, condenados a la ambigüedad y al desconcierto. Y ni en ninguno de nuestros momentos, de nuestros mejores momentos, hemos sido capaces de tomar una posición clara, una posición propia. Estamos siempre dispuestos a pensar de oídas como si viviéramos en cueva oscura de la que nunca hemos salido y por tanto, no hemos visto el brillo del día que nos espera afuera. Una lástima. 
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Estoy escribiendo a buen ritmo, casi todos los días, varias horas por las noches. En breve, de seguir así, tendré completo Desde el infierno, con amor. Sí, ese proyecto cyberpunk que comenzó como una blognovela y que dejé tirado a mitad de camino por mucho tiempo. La cosa va así: un pequeño proyecto del que publiqué nueve entradas, nueve capítulos muy cortos y que esperaba concluir al llegar al número catorce. Hoy esos catorce capítulos consiguieron convertirse en veinte que publicaré en un solo volumen a finales de abril. Al menos ese es el plan. Ya veremos qué pasa.

Nos seguimos leyendo.
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Imagen: Vía Sanat Karavanı