miércoles, 30 de mayo de 2012

Ball and chain para seguir borracho


Aquí en Valledupar, cariño mío, hay rastros de todos nuestros muertos y un par de buenos lugares con helado de vainilla. Hay por ahí un poco de nuestros fantasmas tomando cervezas, hablando del amor y la globalización. Hace unos días pensaba en tus latitudes, lugares y promesas, hace unos días me estaba olvidando de tus caminos. Cariño mío, tengo los pies calientes y el corazón tranquilo. En casa mamá está preparando una sopa para sabernos existentes, pero hay un algo que falta en el viento, unas palabras que no han vuelto con la rapidez necesaria. Hace unos días esperé un eclipse para tener algo que contarte y mirar al cielo con una sonrisa, pero, es bastante curioso, aquí llovía sin prisas (como las canciones viejas, como el blues en los bares maltrechos, como escuchar Ball and Chain para seguir borracho), agua fría y unas nubes amarillas, un espectáculo de lo más triste. El agua se entraba por la puerta y parecía decirme «vete al diablo que allí afuera no hay más que ceniza y mujeres con sus grandes culos pululando, sin rumbo, por la ciudad». Esta ciudad, cariño mío, ya te lo he dicho, me deja un mal sabor en la boca, es una ciudad muy amarilla, caliente y más melancólica que nada. Hasta los mendigos (ellos que son tipos siempre sonrientes, que se leen los periódicos atrasados y se acuestan en los pórticos de los casinos y los cajeros electrónicos) aquí se inyectan soledades en las venas, para pasar el rato y para no ver la tristeza muy manifiesta en los árboles que se mueven y dejan caer sus hojas cuando el viento los envuelve y se va. Es, cariño mío, un momento para escucharte en la voces de los demás, en el desespero de los televisores, en el reflejo de la próxima botella.   


viernes, 11 de mayo de 2012

Chucherías de las gasolineras

Hay algo que escucho en esta música, en esta voz de Van Morrison que me hace pensar en ti. Nena, no creas que pienso en ti a la manera corriente. Solo los pobres tipos pueden pensarte a la manera corriente y tampoco estoy tan mal para creerme un pobre diablo sin espíritu. La cosa es que ahora podrías estar moviéndote desnuda por ahí o solo quedarte con una de mis camisetas, una playera con un motivo de Marilyn Monroe o una de John Wayne donde le lanza una descarga a un desposeído y después se va a besar a su rubia de turno (¿cierto que ese tipo tenía la actitud para destrozar tres regimientos?), para verte andar por los corredores con los pies descalzos y la camiseta rosándote el trasero, que digas algo como «¿qué tal el día » y yo te conteste «bien nena, todo bien» así no más pero saber que vas a mirar el cielo gris y a fumarte algo cerca de la ventana y que ese humo recorrerá las calles y los andenes, y con suerte alcanzará a alguien o ese humo yéndose para regresar luego con la lluvia, saber que lees un magazín viejo de modas, de esos en que todos los chicos miran a la cámara con ese gesto de inenarrable tristeza y el cabello bien peinado. Pedirte un cigarrillo y sentir el olor de la caja vacía y de ese papel brillante que serviría, de lejos, para cubrir este mundo por completo y para envolver cigarrillos del tamaño de secuoyas. Nena, esa canción dice algo estupendo, como para decírtelo al oído a ti o a cualquier otra pero, es que nena, las buenas canciones siempre están en el aire y debemos cantar mientras nos quede aliento y mientras podamos andar en las carreteras buscando mares perdidos. Quiero que cantes conmigo Little darlin', come with me won't you help me share my load y que sonrías, que me pases un trago de tu botella, luego volver a la carretera para leerte algo de Salinger y comer chucherías de las gasolineras.