sábado, 25 de noviembre de 2023

Mirar por la ventana (Parte I)

Te has ido y contigo la posibilidad de cualquier escape. No es que me falten fuerzas, pero afuera cae la garúa radioactiva que empaña las ventanas y humedece los callejones y lo hace todo más neón y así es imposible amarrar dos pensamientos. Intento esta conversación-muy-estilo-libre, pero las moscas se pasean por la mesa y el lavaplatos y hacen de la música del tocadiscos un espectáculo lamentable. Te has ido y los vapores del aliento golpean las paredes y el eco solo dice «Sue, el desgraciado, no había ninguna posibilidad de que salieras vivo de esto, de que salieras indemne de la Venecia celeste». Ya sabes, lo decía ese pez rabioso que es Moebius: «Lo fascinante no es el hundimiento de tanta belleza, sino el peligro de que se hunda». Los ecos del pensamiento pueden llegar hasta la puerta de Tannhäuser, pero el hálito de la ciudad humedece los sueños y nuestras vibraciones se pierden en la traducción. Te has ido, nena, y contigo esa música de los días, esos olores que son la memoria del tiempo. Y no soy Jarvis Cocker luego de Pulp, y claro que no soy Jarvis Cocker en I never said I was deep, a lo sumo llegaría hasta Nancy Sinatra en My baby shot me down, pero prefiero el tic tac, tic tac, tic tac de ese cursor que brilla a lo lejos. Y esta música que parece raspar el tiempo y aletea en susurros solo dice «Sue, el marginal, nuestro dios castiga a los esperanzados y tú no eres una bestia pop, tú debes pagar el precio». Afuera sigue lloviendo y la ciudad bulle en sus colores de coral. Si vieras a lo lejos, sí, son muchachas que saludan desde zepelines de cristal.



martes, 21 de noviembre de 2023

Sobre «Como el cielo después de llover» en Topos Cineclub

Hay un padre para todos: uno ausente, uno lejano, uno feliz que da lecciones amorosas, luego uno aún más ausente y otro más despiadado e incluso feroz. Nuestros primeros recuerdos, los de la infancia, están siempre vinculados a la figura de autoridad mítica de ese hombre/nombre, y cómo no. Somos la construcción de sus fuerzas, de la falta de ellas, de la experiencia atrapada con manos desnudas y de ese sin saber que es el mundo al que estamos expuestos. Somos el resultado de ese papel para el que no se prepara a nadie y del que nadie resulta ganador. Con razón tantas cartas al padre, con razón la desazón al contemplar la figura opacada cuando se abandona la infancia. Mercedes Gaviria presenta una más que interesante reflexión sobre ese y otros tantos asuntos en Como el cielo después de llover (2020). En este documental, de poco más de una hora de duración, la autora recobra sus memorias de infancia, a través de grabaciones caseras, y las pone a contraluz con su yo presente, esa persona que ahora puede ver desde una distancia perfecta los pilares que formaron la persona en que se convirtió. He escrito una breve reseña sobre este documental en Topos Cineclub. Pueden pasar si les interesa o si les pica un poco la curiosidad. El robot contador de visitas lo agradecerá.
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P.S. He abandonado casi todo contacto con redes sociales, así que ahora espero estar más conectado en este espacio, que me espera y aguanta como nadie, como nada. Ya veremos.