No tengo idea si ustedes lo habían pensado antes (seguro que si), pero si se fijan bien y con cuidado notarán que “la decadencia comienza en la felicidad”. Si, con la FELICIDAD, quienes son felices lo han conseguido “todo” y se supone no les falta más, por ello son felices. Precisamente ese es el peligro. Lo veo de esta forma: si se está arriba, muy alto, digamos en la cima, no hay de otra si no descender. Comienzas muy suave, hasta la brisa que te golpea a la cara es agradable, pero a cada momento lo haces más rápido y te espera ampuloso y soberano el fin.
Intentaré darte razones que yo noto muy cuerdas. ¿Has leído “la divina comedia”?, levanta la mano, esa que tienes sobre el ratón y di: “si, me la hicieron tragar en el colegio”. Bueno, no creo ni una sola cosa que allí está escrita pero para el ejemplo que quiero mostrar sirve (nuestro amigo Dante se pasó, jejeje). Cuando vas por ahí de la mano de “Beatriz” en cavernas oscuras, malolientes y llenas de gemidos, sientes que has encontrado el corazón de lo escrito, tu emoción se pone al rojo, ¿verdad? Caso contrario cuando asciendes y llegas al climax, llegaste al paraíso. Todo se pone frío y muy tranquilo. No es que ha nuestro bonachón amigo le faltaran fuerzas para seguir escribiendo o la tinta estuviese cara. No. Sucede que hay un “no se que” que nos mueve a sentirnos bien en las instancias del peligro y el mal. No es su culpa. No no no, es la nuestra. Luego de la felicidad no hay más que vacío.
Me hace casi explotar de risa ver la ineptitud de la televisión. ¿Ayer la viste? No importa si estás en Colombia, Madrid, Nueva Delhi o New York, siempre es igual. Hay un sentido simple y desvergonzado de pretender que no pasa nada. Emiten cualquier número imaginable de Programas-concursos, donde un chimpancé podría jugar tranquilo y hacerse de todos los premios. Y ¿Por que? Porque se supone somos felices, y de ahí es simple la conclusión: “cuando se es feliz no se piensa”.
…
Anoche llegó a mí ese mismo sueño que me viene desde que tenía siete. En realidad nunca ha sido el mismo, no hay las mismas personas ni las mismas voces, pero lo siento igual.
Mí voz es normal… muy normal y más de lo que me gustaría, es un sueño que se sueña mientras se está despierto y se es consiente de él. Puedo notar todo en silencio, mi respiración, el sonido del viento, algo que quizás cruja en el techo y mi voz fuerte y clara en la cabeza.
Sucedió en tanto me tiré a la cama, estaba pasada un poco la media noche. Me dije algo y comenzó la tormenta. Muchas cosas que había escuchado en el día se repetían a gran velocidad, las imágenes eran tiradas, alargadas y encogidas por la fuerza de mi voluntad, cada cosa en la que me atrevía a pensar sucedía y se conducía con finales inesperados. Voces en crecendo, sensaciones reducidas a la nada, podría haberme parado y que de mis ojos brotaran lagrimas como lo hacía de pequeño, pero no, igual que en la ultima ocasión que lo sentí (tres años o un poco más), esperé a que las voces se hicieran leves y se fundieran en el silencio, que las imágenes no pasaran tan rápido y que mi voz se hiciera normal.
Ya me imaginaba escribiendo estas palabras, pensaba en ti ahí del otro lado, pensaba en mí releyendo y corrigiendo hasta que mi sueño se hizo profundo y despertara con el sol colándose por la ventana.