viernes, 19 de agosto de 2022

Diario de un procrastinador: No soy Cleón I


He configurado el equipo donde ahora tecleo estas palabras con el único objetivo de escribir mis ficciones. Es un equipo viejo que viene de descarte por mi esposa. Ella lo tira y yo lo tomo a modo de máquina de escribir. ¿Una máquina? Imagino que esa es una forma de sentirme rebelde. Y sí, pero es una forma muy anodina. Me gusta esa palabra, pues suena fácil: ANODINA. La cosa es que he tenido meses sin escribir algo decente (esto no es un intento de algo decente) por lo que decido escribir a la antigua y entonces tomo esta carcacha y le instalo la distro de Linux más liviana que encuentro y con ello instalo el procesador de texto más sencillo que encuentro y listo. Es un procesador sin menús ni distracciones adicionales. Solo un cursor palpitante (eso sí, con sonido de máquina de escribir al teclear para que se sienta de la vieja escuela, pantalla negra y las letras en verde neón. RIDÍCULO). La cuestión es que aun así es difícil que las cosas salgan con facilidad porque los pensamientos se atoran y el ruido en mi cabeza crece y crece. Sería más fácil si tuviera tiempo suficiente, pero no. Es que no soy Cleón I, emperador del imperio galáctico con mi clon perfectamente diseñado para cada etapa crucial de mi vida. Cuando leía la saga Fundación de Isaac Asimov me embriagaba de felicidad al encontrar un universo tan rico, tan basto y me asombraba que una misma persona pudiera escribir con tal nivel de dedicación y en tal cantidad. Esa forma de escribir era una meta inalcanzable pero siempre deseable para escritores noveles que como yo queríamos inundar las páginas con ciencia ficción. Ahora que Fundación (Apple TV+) llegó a la pantalla, no estoy seguro si las cosas salieron tal como lo esperaban los lectores (en los libros el asunto de Cleón no va por ahí y ningún personaje sobrevive más allá de lo humanamente posible). Pero algo sí es seguro, la serie contiene imágenes más grande que la vida misma y eso posibilita que nos creamos que sí existe un imperio que abarca todo lo ancho (?) de la galaxia. La serie no es fiel a los libros, está claro, pero han encontrado las formas precisas de anclar con hilos muy finos una historia inabarcable para la televisión y eso sí que emociona. Me gusta cuando alguien trata con tanto mimo su creación y se arriesga a no entrar en las dinámicas de la sobrecarga de la información, de la acción antes que la contemplación, de la brevedad de los planos y el ruido antes que el silencio. Será por eso que cuesta tanto concentrarse. Será por tanto ruido adentro y afuera. Mientras, el cursor palpita en el mismo verde neón y el sonido artificial de los tipos contra el papel (también artificial) tarda más en llegar. Sigo sentado y espero a que las ideas fluyan. Algo así como procrastinar como un ganador.