jueves, 27 de diciembre de 2012

Siempre las guerras

Nena, siempre soñamos con la guerra. Hoy he despertado, en plena madrugada, sintiendo un vacío profundo entre los pocos centímetros de la cama que podrían separarnos y las miles de batallas a nuestro alrededor. En mi sueño, parece posible un modo de escape, una muy tenue luz al final del túnel pero, esa idea no es más que bruma que se hace inalcanzable y termino despertando con la respiración entrecortada y más triste que siempre. Hay, cariño mío, demasiadas balas rasantes para esquivar. Suficiente dolor en el aire para nadar como peces. Y lo peor es que ni siquiera en ese territorio neblinoso de los sueños salimos victoriosos. Anoche vi una de esas películas nuevas de cowboys protagonizada por un tipo dueño de las humedades de un montón de muchachitas, nada parecido a los tipos cara-culo de las películas viejas en donde lo importante era la rapidez con la que se apoyaba el arma a un costado de la cadera. De cualquier forma, esa era una película hecha para muchachitas que escapan con sus novios de colegio y se refugian en las salas de cine por una o dos horas y ni tú ni yo iríamos a perder el tiempo de esa forma, así lográramos, como lo enamorados, aligerar el tiempo y reír sin saber por qué. Nena, hay sueños que me persiguen y no me dejan en paz. Solo logro escribirte mi conversación-muy-a-lo-estilo-libre y golpear con fuerza para que el contacto con las teclas se haga música en mis oídos y pueda irme a descansar unos minutos más. Aunque quizá tú estés en la oscuridad, temblando, moviéndote de un lado al otro sofocada por el calor, soñando tu guerra personal, despertando sobresaltada y no encontrando a nadie conocido a tu costado.

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