Somos los que un día se sentaron alrededor del fuego mientras las llamas danzaban y nuestros ojos se alzaban hacia las estrellas, buscando respuestas en ese titilante lenguaje estelar. Somos los mismos que un día lanzamos un armatoste llamado Voyager I y descubrimos que no éramos más que un pequeñísimo punto azul pálido en un rinconcito vacío del cosmos. Siempre como exploradores incesantes en búsqueda de respuestas. Pero entonces, ¿quienes éramos para entender el significado de tanta soledad? Y, aun así, un día, no muy lejano, seremos los mismos que, ojalá con mejor suerte, atravesaremos nuestra odisea espacial de la mano de un HAL 8000. Tenemos todas las posibilidades al alcance de nuestra imaginación, tenemos conocimiento heredado y ampliado. Desde el principio hemos sido capaces de lo divino y lo execrable. Erguimos la espalda por primera vez para lanzar la piedra contra el neandertal que cazaba tranquilo por la llanura, pero también fuimos el primero en proteger y vendar la herida del amante, sin abandonarlo a la vera del camino y a la buena de los dioses. Ahora, que he participado en el acto infinito de la escritura, sé que somos uno solo. Hemos cambiado la hoguera y el fuego por un puntero titilante en una pantalla en blanco, pero seguimos fascinados por las posibilidades de una explicación superior, cargando, cada uno, con un fragmento de nuestra epopeya universal.
Aparte de la introducción al conversatorio “De la vida al cuento”, leído el día seis de junio en la FELVA 2024.
Hola, esta muy bello tu blog
ResponderBorrary lo que hay en el, un gusto visitarte.
Besitos dulces
Siby