Sin darme cuenta me encuentro revisando fotos viejas, fotos que están aquí o allá, sin mucha importancia; y me sigo viendo como siempre. He cambiado y no es que sea como siempre, tú lo sabes, pero sí mantengo la misma mirada perdida e inexpresiva. Quizá, una forma más de querer perderme entre el clic de la cámara y la luz destellante del flash para no ver las cosas con el prisma adecuado. Una clase de búsqueda que no acaba porque tal vez no ha empezado. Hay una de estas fotografías que llama mucho mi atención. Una foto normal. Una foto en la que estoy mirando a ninguna parte y tú estás sonriendo, mirando, también, a ningún lado. La cuestión es que en la fotografía me veo como un don nadie, como uno de los Sospechosos habituales, temiendo el fin pero, aguardando por una gota de esperanza alojada en quién sabe donde. No creas que la cosa va por quererme creer un bravo y meter terror. Me falta el alma de Fenster y el traje de Keaton para completar semejante empresa. Esos sí son tipos duros. Nena, es difícil hablarte de una película que no has visto, pero sé que sí reconoces esa mirada de perro apaleado o de boxeador noqueado que pongo a veces. En la película es más o menos igual. Unos tipos, del medio lumpen de Los Ángeles, se juntan para cometer un gran 'golpe' y como imaginas, las cosas no salen bien, de otra forma perdería la gracia. Lo curioso niña mía, es que esos personajes saben que se pondrá feo. Saben, o al menos me gusta creerlo, que el final no será feliz, pero aun así, siguen adelante como caballos ebrios de emoción. Lo ves, no me digas que no has visto esa mirada, ese gesto-movimiento de todos los perdedores. Allí está toda la vida que se pierde, toda la calle que se desborda y todas las historias que no se cuentan. Al fin, recortes de periódicos, fotografías como pedazos de recuerdos: tú, sonriendo feliz, yo mirando a ninguna parte pero sin un gran golpe entre manos.
jueves, 15 de octubre de 2015
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